justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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la región de Numidia, el donatismo era poderosísimo. Esto se relaciona al hecho de que durante varias generaciones la<br />
Numidia se había sentido explotada por los elementos en Cartago que participaban <strong>del</strong> comercio y otros contactos con<br />
Italia. Numidia —y más al oeste Mauritania— veía el producto de sus cosechas vendido a Roma, y se percataba de que<br />
buena parte de los beneficios de este comercio se quedaba en Cartago y los alrededores, mientras que en Numidia y<br />
Mauritania la situación económica era onerosa. A esto se añadía el hecho de que en las comarcas más explotadas había<br />
un fuerte elemento no romanizado que conservaba sus costumbres e idioma ancestrales, y que veía en Roma y en todo<br />
lo que fuese latino una fuerza foránea y opresora. Al mismo tiempo, en la ciudad de Cartago había una clase social compuesta<br />
por hacendados, comerciantes y oficiales <strong>del</strong> ejército, completamente latinizada, que era la que más se beneficiaba<br />
<strong>del</strong> comercio con Italia, y la que veía con más simpatía la necesidad de mantenerse en buenas relaciones con el<br />
resto <strong>del</strong> Imperio y de la iglesia. Pero aun en la misma ciudad de Cartago —y más todavía en las zonas rurales <strong>del</strong> Africa<br />
proconsular— había una numerosísima clase baja cuyos sentimientos eran semejantes a los de los numidios y mauretanios.<br />
Mucho antes <strong>del</strong> advenimiento de Constantino, el <strong>cristianismo</strong> había logrado gran número de adeptos en Numidia y<br />
entre las clases bajas <strong>del</strong> Africa proconsular —y, en menor grado, en Mauritania—. Estas gentes habían visto en su nueva<br />
fe una fuerza poderosa que ni aun el Imperio podía quebrantar. Al mismo tiempo, un número menor de gentes de la<br />
clase latinizada de Cartago había abrazado el <strong>cristianismo</strong>. Esto introdujo en la iglesia las fricciones que existían en el<br />
resto de la sociedad.<br />
Pero en esa época las gentes de clase alta que se unían a la iglesia se veían obligadas en cierta medida a romper<br />
algunos de sus vínculos con el Imperio, y por tanto las tensiones dentro de la iglesia no eran insoportables.<br />
La situación cambió con el advenimiento de Constantino y la paz de la iglesia. Ahora el ser cristiano era bien visto<br />
por las autoridades. Se podía ser buen romano y buen cristiano al mismo tiempo. Y las clases latinizadas empezaron a<br />
convertirse en grandes números. Para otras personas de la misma esfera social que se habían convertido antes, esto era<br />
un hecho positivo, pues su decisión anterior se hallaba ahora corroborada por otras personas de importancia. Pero para<br />
los cristianos de las clases más bajas lo que sucedía era que la iglesia se estaba corrompiendo. Todo cuanto estas gentes<br />
detestaban en el Imperio se estaba introduciendo ahora en la iglesia. Pronto los poderosos, los que dominaban la<br />
política y la economía, dominarían también la iglesia. Era necesario oponerse a esa posibilidad, recordándoles a los poderosos<br />
advenedizos que cuando ellos estaban todavía adorando a sus dioses paganos ya los pobres y supuestamente<br />
ignorantes numidios, mauritanos, y otros, conocían la verdad.<br />
Todo esto puede verse en las distintas etapas <strong>del</strong> conflicto donatista. Ceciliano fue electo con el apoyo de la clase latinizada<br />
de Cartago. A su elección se opusieron las clases bajas <strong>del</strong> Africa proconsular y casi todo el clero y el pueblo de<br />
Numidia.<br />
Casi antes de haber recibido un informe detallado acerca <strong>del</strong> conflicto, Constantino decidió que el partido de Ceciliano<br />
era la iglesia legítima. Lo mismo decidieron los obispos de las grandes ciudades latinas —y a la postre también las<br />
griegas.[Vol. 1, Page 167]<br />
Por su parte, los donatistas no vacilaron en aceptar el apoyo de los clérigos numidios que habían sucumbido durante<br />
la persecución.<br />
Esto no quiere decir que el donatismo fuera desde sus orígenes un movimiento conscientemente político. Los primeros<br />
donatistas no se oponían al Imperio, sino al “mundo” —aunque para ellos muchas de las prácticas <strong>del</strong> Imperio eran<br />
características <strong>del</strong> “mundo”—. En varias ocasiones trataron de persuadir a Constantino de que había juzgado mal al fallar<br />
en pro de Ceciliano. Y todavía en época de Juliano, bastante avanzado el siglo IV, tenían esperanzas de que las autoridades<br />
vieran la justicia de su causa.<br />
Pero alrededor <strong>del</strong> año 340 apareció entre los donatistas el bando de los circunceliones —palabra que se deriva <strong>del</strong><br />
latín circumcellas, que quiere decir “alrededor de las capillas o de los almacenes”—. Los circunceliones eran mayormente<br />
campesinos numidios y mauritanos de ideas donatistas que seguían prácticas terroristas. Sus cuarteles se encontraban<br />
generalmente en las tumbas de los mártires, donde había tanto una capilla como amplios graneros, y es por esto<br />
que recibieron el nombre de “circunceliones”. Aunque algunos <strong>historia</strong>dores han dicho que no eran sino bandidos que se<br />
hacían pasar por gentes religiosas, la verdad es otra. Los circunceliones llevaban su fe hasta el fanatismo. Para ellos no<br />
había fin más glorioso que el martirio, y ahora que el estado no perseguía a los cristianos, los circunceliones que morían<br />
peleando contra los poderosos se consideraban también mártires. En algunos casos, el deseo de ser mártires llegaba a<br />
tal punto que había suicidios en masa, saltando de lo alto de un precipicio. Todo esto puede muy bien ser fanatismo.<br />
Pero ciertamente no es la hipocresía de quien toma una posición religiosa para encubrir sus tropelías.<br />
El impacto de los circunceliones fue grande. A veces los dirigentes donatistas de las ciudades los condenaron y trataron<br />
de separarse por completo de ellos. Pero en ocasiones, cuando el donatismo organizado necesitaba una fuerza de<br />
choque, acudió a los circunceliones. En todo caso, llegó el momento en que las haciendas más apartadas tuvieron que