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Pero el mal estaba hecho. A su regreso a Roma, Bonifacio no pudo inspirar más que una sombra <strong>del</strong> respeto de que<br />

antes gozó. Alrededor de un mes más tarde murió. Aún después de su muerte sus enemigos lo persiguieron, haciendo<br />

correr rumores de que se había suicidado, cuando todo parece indicar que murió serenamente, rodeado de sus seguidores<br />

más fieles.<br />

El momento era difícil para el papado, y los cardenales pronto eligieron papa a Boccasini, el mismo que había logrado<br />

devolverle la libertad a Bonifacio. Este papa, que tomó el nombre de Benito XI, era hombre de origen humilde y costumbres<br />

intachables, miembro de la Orden de Predicadores de Santo Domingo. Dado el poderío de Felipe el Hermoso, lo<br />

más sabio parecía ser seguir una política de reconciliación, y esto fue lo que intentó el nuevo papa. Les restauró a los<br />

Colonna las tierras que Bonifacio VIII les había quitado, comenzó a tratar de hacer las paces con Felipe el Hermoso, y<br />

perdonó a todos los enemigos de Bonifacio, excepto Nogaret y Sciarra Colonna. Empero sus gestiones no tuvieron buen<br />

éxito. Los partidarios de Bonifacio se quejaban de las que parecían ser concesiones excesivas a quienes habían perpetrado<br />

graves crímenes contra el papado. Y los <strong>del</strong> bando contrario no se consideraban satisfechos con las medidas conciliatorias<br />

<strong>del</strong> Pontífice. Impulsado por Nogaret y otros, Felipe el Hermoso insistía en que se convocara un concilio para<br />

juzgar al difunto papa. Benito se resistía a tomar tal medida, que sería un rudo golpe a la autoridad y el prestigio papales.<br />

El sucesor de Bonifacio se encontraba por tanto en serias dificultades, acosado por miembros de ambos partidos cuando<br />

murió. Pronto corrió el rumor de que había sido envenenado con unos higos que alguien le envió, y cada bando acusaba<br />

a sus contrincantes de haber cometido la nefanda acción. Empero el hecho de que Benito XI haya muerto envenenado<br />

nunca se comprobó.<br />

El papado en Aviñón<br />

A la muerte de Benito los cardenales no encontraban el modo de ponerse de acuerdo acerca de quién sería su sucesor.<br />

Por una parte los partidarios de la buena memoria de Bonifacio, bajo la dirección <strong>del</strong> cardenal Mateo Rosso Orsini,<br />

insistían en que fuera electo alguien que siguiera la política <strong>del</strong> ultrajado pontífice. Frente [Vol. 1, Page 481] a ellos otro<br />

bando, encabezado por Napoleón Orsini, sobrino <strong>del</strong> anterior, se prestaba a los manejos <strong>del</strong> rey de Francia, y buscaba el<br />

modo de hacer elegir un papa dócil. Tras largos meses de disputas, los cardenales lograron ponerse de acuerdo gracias<br />

a una artimaña de Napoleón Orsini y los suyos. Uno de los candidatos que el partido <strong>del</strong> otro Orsini había sugerido, al<br />

principio de las negociaciones, era Bertrand de Got, el arzobispo de Burdeos. Este había sido nombrado por Bonifacio, y<br />

además Burdeos pertenecía en esa época a la corona inglesa. Por esas razones, Orsini el tío creía que Bertrand se<br />

opondría a los designios <strong>del</strong> rey de Francia. Pero en lo que duró el cónclave, el sobrino envió agentes a Burdeos, y se<br />

aseguró de la adhesión <strong>del</strong> candidato propuesto originalmente por su tío. Entonces, mientras los defensores de la memoria<br />

de Bonifacio creían que sus contrincantes, vencidos por la resistencia, accedían a la elección de uno de sus candidatos,<br />

lo que en realidad estaba sucediendo era que ese candidato había cambiado de postura secretamente.<br />

Un papa electo en tales circunstancias no podía ser un mo<strong>del</strong>o de firmeza y rectitud. De hecho, el pontificado de<br />

Clemente V —que así se llamó Bertrand de Got después de tomar la tiara papal— fue funesto para la iglesia romana.<br />

Durante todo su reinado, este papa no visitó a Roma ni siquiera una vez. Al parecer, esto no se debió a una decisión<br />

tomada por él, sino sencillamente a su carácter indeciso. Puesto que al rey de Francia le interesaba tener al Papa cerca<br />

de él, sus agentes hacían todo lo posible por postergar la partida <strong>del</strong> pontífice hacia Italia. Mes tras mes, y año tras año,<br />

Clemente se paseó por Francia y sus cercanías, sin acceder a las peticiones que le hacían los romanos, rogándole que<br />

viniera a su ciudad. Uno de los lugares donde pasó buena parte de su pontificado fue Aviñón, ciudad junto a la frontera<br />

francesa que era propiedad papal, y donde sus sucesores fijaron después su residencia por largos años.<br />

La política de Clemente se puso de manifiesto en el primer nombramiento de cardenales, pues nueve de los diez<br />

nombrados eran franceses. Durante todo su pontificado, creó veinticuatro cardenales, y veintitrés de ellos eran franceses.<br />

Además, varios eran sus sobrinos o allegados, y con ello Clemente le dio gran auge al nepotismo, que sería una de<br />

las grandes lacras de la iglesia hasta el siglo XVI.<br />

Empero fue sobre todo en lo referente a la memoria de Bonifacio y a la supresión de los templarios que Clemente se<br />

mostró instrumento dócil a los designios franceses. La cuestión de la memoria de Bonifacio era un arma poderosa en<br />

manos de los franceses, quienes sabían que el nuevo papa no podía permitir que se convocara un concilio para juzgar a<br />

su difunto predecesor. Por tanto, amenazándolo siempre con la posible convocatoria de tal concilio, los franceses obtuvieron<br />

de Clemente todo lo que deseaban en cuanto a la anulación de las decisiones de Bonifacio. Las bulas Clericis<br />

laicos y Unam sanctam fueron abrogadas, o al menos reinterpretadas de tal modo que ya no decían lo que Bonifacio<br />

había deseado. Los Colonna fueron restaurados a todas sus dignidades. Nogaret fue perdonado, a condición de que en<br />

algún futuro impreciso fuese en peregrinación a Tierra Santa. Por fin, en una bula <strong>del</strong> 1311, Clemente declaraba que en<br />

lo que se refería a sus acciones contra Bonifacio, Felipe había actuado con un “celo encomiable”. Todas estas concesiones<br />

le fueron arrancadas al papa que había sido hecho arzobispo por el propio Bonifacio. Y le fueron arrancadas de tal

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