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justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

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85<br />

Este muy humano príncipe [Constancio], aunque éramos parientes cercanos,<br />

nos trató <strong>del</strong> siguiente modo. Sin juicio alguno mató a seis primos comunes, a mi<br />

padre, que era su tío, a otro tío nuestro por parte de padre, y a mi hermano mayor.<br />

Juliano el Apóstata<br />

Juliano tenía sobradas razones para no sentir simpatías hacia Constancio, o hacia la fe cristiana que éste profesaba. En<br />

efecto, a la muerte de Constantino había ocurrido una matanza de todos los parientes <strong>del</strong> gran emperador, excepto sus<br />

tres hijos. Las circunstancias en que esto ocurrió no están <strong>del</strong> todo claras, y por tanto quizá sea in<strong>justo</strong> culpar a Constancio<br />

por el hecho. A la muerte de Constantino la sucesión resultó dudosa por un breve período, y fue entonces que los<br />

soldados de Constantinopla mataron a casi toda la parentela <strong>del</strong> difunto emperador. Pero esto no lo hicieron para que<br />

otra dinastía ocupara el trono, sino todo lo contrario, para asegurarse de que nadie reclamara el poder, que les correspondía<br />

exclusivamente a los tres hijos de Constantino. De ellos, sólo Constancio estaba a la sazón en Constantinopla, y<br />

por tanto la opinión común fue siempre que Constancio había ordenado la muerte de sus parientes.<br />

En todo caso, haya o no mandado Constancio a matar a la familia de Juliano, el hecho es que éste último estaba<br />

convencido de que su primo era el culpable. El padre de Juliano, Constancio, era medio hermano de Constantino, y por<br />

tanto Juliano y el emperador Constancio eran primos hermanos (véase el cuadro genealógico en la página siguiente). Lo<br />

que Juliano sospechaba —y lo que se decía en voz baja por todo el Imperio— era que, temiendo que alguno de estos<br />

parientes cercanos <strong>del</strong> gran emperador pretendiera el trono, Constancio había ordenado que todos fueran muertos.<br />

[Vol. 1, Page 180] La larga ruta hacia el poder<br />

De toda aquella familia, sólo sobrevivieron Juliano y su medio hermano Galo, varios años mayor que él. Juliano después<br />

pensó que se les había perdonado la vida porque los soldados tuvieron misericordia de su tierna edad —seis<br />

años— y de la enfermedad al parecer mortal de su hermano. Pero lo más probable parece ser que fue Constancio quien<br />

dispuso que no fueran muertos estos dos últimos vástagos de la casa de Constancio Cloro, pues eran demasiado jóvenes<br />

para dirigir una rebelión, y si llegaba el momento en que ni Constancio ni sus dos hermanos dejaban descendencia,<br />

siempre sería posible acudir a Galo o a Juliano, que para esa época serían ya mayores.<br />

En el entretanto, Galo y Juliano fueron apartados de la corte, y mientras el mayor de los dos hermanos se dedicaba<br />

al ejercicio físico, el menor se interesaba cada vez más en los estudios filosóficos. Ambos habían sido bautizados e instruidos<br />

en las doctrinas cristianas, y durante su exilio de la corte fueron ordenados como lectores de la iglesia.<br />

A la postre, Constancio tuvo que acudir a Galo, pues en el año 350 había quedado como dueño único <strong>del</strong> Imperio, y<br />

no tenía hijos que le ayudaran a gobernar o que pudieran asegurar la sucesión al trono. Por tanto, en el año 351, Constancio<br />

llamó a Galo y le dio el título de César, confiándole el gobierno de la porción oriental <strong>del</strong> Imperio. Pero Galo no<br />

resultó buen gobernante, y además se le acusó de conspirar contra Constancio para apoderarse <strong>del</strong> trono. En el año 354<br />

Constancio lo hizo arrestar y decapitar.<br />

Mientras tanto, Juliano había continuado sus estudios de filosofía, especialmente en la ciudad de Atenas, donde estaba<br />

la escuela más famosa en estas materias, y donde lo conoció Basilio de Cesarea, cuya vida y obra discutiremos<br />

más a<strong>del</strong>ante.<br />

Fue en Atenas que Juliano se inició en las antiguas religiones de misterio. Definitivamente había abandonado el <strong>cristianismo</strong>,<br />

y buscaba la verdad y la belleza en la literatura y la religión de la época clásica.[Vol. 1, Page 181]<br />

Por fin, tras vencer los temores que infundía en él la experiencia que había tenido en el caso de Galo, Constancio<br />

decidió llamar a Juliano al poder, dándole el título de César y confiándole el gobierno de las Galias. Nadie esperaba que<br />

Juliano fuese un gran gobernante, pues se había pasado la vida entre libros y filósofos, y en todo caso los recursos que<br />

Constancio le dio eran harto escasos. Pero Juliano sorprendió a quienes no esperaban gran cosa de él. Su administración<br />

de las Galias fue sabia, y en sus campañas contra los bárbaros se mostró hábil general y se hizo popular entre sus<br />

soldados.<br />

Todo esto no era completamente <strong>del</strong> agrado de su primo el emperador Constancio, quien pronto empezó a temer<br />

que Juliano conspirase contra él y tratara de arrebatarle el trono. Luego, la tensión fue aumentando entre ambos parientes.<br />

Cuando Constancio, en preparación para una campaña contra los persas, ordenó que buena parte de las tropas que<br />

estaban en las Galias se dirigieran hacia el Oriente, esas tropas se sublevaron y proclamaron a Juliano “Augusto” —es<br />

decir, emperador supremo—. Constancio no pudo hacer nada por el momento, pues la amenaza persa le parecía seria.<br />

Pero tan pronto como ese peligro se disipó, marchó a enfrentarse con Juliano y sus soldados rebeldes. Cuando la guerra<br />

parecía inevitable, y ambos bandos se preparaban para una lucha sin cuartel, Constancio murió, y Juliano no tuvo mayores<br />

dificulatades en marchar a Constantinopla y adueñarse de todo el Imperio. Era el año 361

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