justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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to. No es por pura coincidencia que Bernardo de Claraval, el predicador de la Segunda Cruzada, fue también un gran<br />
místico dedicado a la contemplación de la humanidad de Cristo. A partir de entonces, buena parte de la devoción se<br />
vertió hacia esa contemplación. Se escribieron meditaciones, poemas y sermones en los que se narra con todo detalle<br />
cada uno de los episodios de la pasión. Por la misma razón, el culto de las reliquias, que tenía viejas raíces, se acrecentó.<br />
De Tierra Santa venían supuestos pedazos de la Santa Cruz, huesos de los patriarcas, dientes de Juan el Bautista,<br />
leche de la Virgen, etc., etc.[Vol. 1, Page 396]<br />
También la vida intelectual sufrió el impacto de las cruzadas. Del Oriente llegaron nuevas ideas. Algunas de ellas<br />
consistían en viejas herejías que de algún modo habían subsistido en el Oriente, y contra las cuales la iglesia occidental<br />
tuvo que luchar. De éstas la más notable fue la de los albigenses. Durante siglos, había habido en Bulgaria un fuerte<br />
grupo de herejes cuyas doctrinas eran semejantes a las de los antiguos maniqueos, y que recibían el nombre de “bogomiles”.<br />
Estos eran dualistas, que creían que el espíritu era bueno y la materia era mala, y que por tanto rechazaban tanto<br />
el Antiguo Testamento como la encarnación de Dios en Jesucristo. Para ellos, Jesús era un mensajero celestial que, sin<br />
tener carne humana, había venido a traernos el mensaje de salvación. En Bulgaria, los bogomiles tenían sus propios<br />
obispos, cultos y ordenaciones. A través <strong>del</strong> contacto que las cruzadas produjeron, el bogomilismo se introdujo en Europa<br />
occidental. Allí sus principales centros estuvieron en el norte de Italia y el sur de Francia. Puesto que la ciudad de Albi<br />
fue el más famoso de esos centros, los bogomiles fueron llamados “albigenses”, además de “cátaros”, que quiere decir<br />
“puros”.<br />
Los albigenses parecen haber apelado al entusiasmo religioso popular de la época. Mucho <strong>del</strong> ímpetu que antes<br />
había llevado a los “patares” en su oposición al matrimonio eclesiástico se derramó ahora a favor <strong>del</strong> catarismo, sobre<br />
todo por cuanto los cátaros, en su aversión a la materia, rechazaban el matrimonio. Entre las clases bajas <strong>del</strong> sur de<br />
Francia, exacerbadas por los ideales de la reforma gregoriana, pero al mismo tiempo excluidas de toda participación<br />
activa en la vida de la iglesia, el movimiento avanzó a pasos agigantados. El conde Raimundo IV de Tolosa salió en su<br />
defensa.[Vol. 1, Page 397]<br />
La reacción contra los albigenses no se hizo esperar. Esa reacción tomó tres formas principales. Las dos primeras<br />
son de tanta importancia que hemos de tratar de ellas separadamente en otras secciones de esta <strong>historia</strong>. Se trata de la<br />
Inquisición y las órdenes mendicantes. La tercera, dado el espíritu de la época, era de esperarse. Consistió en una gran<br />
cruzada que Inocencio III promulgó. En el 1209, los ambiciosos nobles <strong>del</strong> norte de Francia, so pretexto de suprimir la<br />
herejía, se lanzaron sobre el sur <strong>del</strong> país. Las matanzas, tanto de albigenses como de cristianos ortodoxos, fueron enormes.<br />
Varias ciudades quedaron totalmente destruidas. A partir de entonces, el catarismo perdió su impulso inicial, aunque<br />
siguió habiendo albigenses dispersos por diversas regiones de Europa occidental por lo menos hasta el siglo XV.<br />
El impacto intelectual de las cruzadas no se limito a la introducción de la herejía. También llegaron a Europa ideas filosóficas,<br />
principios arquitectónicos y matemáticos, prácticas y gustos de origen musulmán. Pero en este sentido el impacto<br />
islámico se hizo sentir más a través de España que como consecuencia de las cruzadas. Acerca de esto trataremos<br />
en el próximo capítulo.<br />
Por último, las cruzadas guardan relaciones complejas con una serie de cambios económicos y demográficos que<br />
tuvieron lugar en Europa al mismo tiempo. Si bien las cruzadas contribuyeron a ellos, hubo muchos otros factores, y los<br />
<strong>historia</strong>dores no concuerdan en cuanto a la relativa importancia de cada uno. En todo caso, la época de las cruzadas es<br />
también la <strong>del</strong> crecimiento de las ciudades y de la economía mercantil. Hasta entonces, la única fuente importante de<br />
riqueza fue la tierra, y por [Vol. 1, Page 398] tanto los nobles y prelados que la poseían eran los únicos dueños <strong>del</strong> poder<br />
económico. Pero el desarrollo de la economía mercantil dio lugar a nuevas fuentes de riqueza: la manufactura y el comercio.<br />
Esto a su vez contribuyó al crecimiento de las ciudades, donde apareció la nueva clase de los “burgueses”, es<br />
decir, los habitantes de los burgos. Estos eran en su mayoría comerciantes cuyo poder económico y político se fue<br />
haciendo cada vez más capaz de enfrentarse al de la nobleza y, en cierta medida, al de la iglesia. Siglos después, a<br />
través de la Revolución Francesa y otros acontecimientos, la burguesía triunfaría de la nobleza.<br />
Por lo pronto, las cruzadas fueron una expresión más de los altos ideales que dominaron la vida de la iglesia durante<br />
los siglos XI, XII y XIII. Su fracaso no fue visto por la mayoría de sus contemporáneos como mentís a esos ideales, sino<br />
como el resultado inevitable de su propia falta de fe y de fi<strong>del</strong>idad. A su parecer, los reveses no se debían a que los altos<br />
ideales fueran errados, sino a la bajeza de los seres humanos a quienes tocaba ponerlos por obra.<br />
[Vol. 1, Page 399] La reconquista<br />
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