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En cuanto a si la iglesia primitiva bautizaba niños o no, los eruditos no han logrado ponerse de acuerdo. En el siglo<br />

tercero hay indicios claros de que los hijos de padres cristianos eran bautizados de niños. Pero todos los documentos<br />

anteriores nos dejan en dudas acerca de esta cuestión, tan debatida en siglos posteriores.<br />

La organización de la iglesia<br />

No cabe duda de que a fines <strong>del</strong> siglo segundo existía en la iglesia una jerarquía con tres niveles: obispos, presbíteros<br />

y diáconos. Algunos <strong>historia</strong>dores —sobre todo católicos— han pretendido que esta jerarquía tripartita se remonta a<br />

los orígenes mismos de la iglesia. Pero lo cierto es que ]os documentos no permiten hacer tal afirmación, sino todo lo<br />

contrario. Aunque en el Nuevo Testamento se habla de obispos, presbíteros y diáconos, estos tres títulos no aparecen<br />

juntos, como [Vol. 1, Page 116] si cada iglesia tuviera que tener estos tres oficiales. Al contrario, el cuadro que el Nuevo<br />

Testamento nos presenta nos da a entender que la organización de la iglesia primitiva variaba de lugar en lugar. Además,<br />

hay fuertes indicios de que, por lo menos durante la mayor parte <strong>del</strong> siglo primero, los títulos de “obispo” y “presbítero”<br />

eran intercambiables. También algunos eruditos piensan que en ciertas iglesias —inclusive en Roma— no hubo al<br />

principio un solo obispo, sino varias personas que tenían todas a la vez uno o ambos títulos.<br />

Como hemos dicho anteriormente, el énfasis en la autoridad de los obispos y en la sucesión apostólica surgió durante<br />

el siglo segundo, como un modo de responder al reto de las herejías. Mientras la mayor parte de los cristianos venía<br />

de un trasfondo judío, el peligro de las herejías fue menor. Pero según fue aumentando el número de gentiles entre los<br />

cristianos, fue aumentando también la multiplicidad de doctrinas, y se fue haciendo necesaria la centralización de la autoridad.<br />

El lugar de las mujeres en la jerarquía eclesiástica ha sido mal interpretado. Puesto que en el siglo segundo todos<br />

los oficiales de esa jerarquía eran varones, se ha pensado que lo mismo fue cierto en la iglesia primitiva. Pero el Nuevo<br />

Testamento nos da a entender otra cosa. Felipe tenía cuatro hijas que “profetizaban”, es decir, que predicaban. Febe<br />

tenía el rango de diácono en Cencrea. Y Junias se cuenta entre los apóstoles. Lo que ha sucedido es que durante el<br />

siglo segundo, en sus esfuerzos por evitar toda doctrina falsa, la iglesia centralizó su autoridad, y las mujeres quedaron<br />

excluidas <strong>del</strong> ministerio de la predicación. Pero todavía a principios <strong>del</strong> siglo segundo Plinio le dice a Trajano que ha<br />

hecho torturar a dos “ministras” de la iglesia cristiana.<br />

Al estudiar el lugar de las mujeres en la iglesia antigua, no debemos dejar de mencionar el papel importantísimo de<br />

las viudas. Ya en el libro de Hechos encontramos que la iglesia primitiva se ocupaba de sustentar a las viudas que había<br />

en su seno. De no hacerlo así, tales viudas quedarían desamparadas, y sus únicos recursos serían irse a vivir con alguno<br />

de sus hijos o casarse de nuevo. En cualquiera de estos casos, si el hijo o el nuevo esposo no era cristiano, la viuda<br />

se vería limitada en su vida religiosa. Pronto se les dieron a estas viudas responsabilidades dentro de la iglesia. Ya<br />

hemos mencionado a la viuda Felicidad, cuya labor despertó la animadversión de los paganos y la llevó al martirio. Otras<br />

se dedicaron a la instrucción de los catecúmenos. Como resultado de todo esto, el título de “viuda” llegó a referirse, no<br />

tanto al estado civil de la mujer en cuestión, como a su función dentro de la comunidad cristiana. Antes de terminar el<br />

siglo primero, ya había mujeres solteras que decidían dedicarse por entero a estas funciones, y no casarse. Es entonces<br />

que empiezan a aparecer en los textos frases tales como “las viudas y vírgenes” y aun “las vírgenes que son llamadas<br />

viudas”. A la larga esto daría origen al monaquismo femenino, que fue anterior al masculino.<br />

Los métodos misioneros<br />

El enorme crecimiento numérico de la iglesia en los primeros siglos nos lleva a preguntarnos qué métodos misioneros<br />

empleó la iglesia en su expansión. Y la respuesta puede sorprendernos, pues la iglesia de los primeros siglos no<br />

conoció los “cultos evangelísticos” que se han hecho tan comunes durante los dos últimos siglos. Al contrario, en la iglesia<br />

antigua el culto, según hemos indicado, consistía [Vol. 1, Page 117] principalmente en la comunión, y a ésta sólo se<br />

admitían los cristianos que habían sido bautizados. Por tanto, el evangelismo no tenía lugar en las iglesias, sino, como<br />

indica Celso, en las cocinas, los talleres y los mercados. Algunos maestros famosos, tales como Justino y Orígenes,<br />

sostenían disputas en sus escuelas y ganaban así algunos conversos entre los intelectuales. Pero el hecho es que en la<br />

mayoría de los casos fueron cristianos anónimos quienes mediante su testimonio abrieron el camino a la conversión de<br />

otras personas. También sabemos de muchísimos casos en los que la firmeza y el gozo que los cristianos manifestaban<br />

en medio <strong>del</strong> martirio sirvió para atraer a otros a la nueva fe. Y al menos en el caso de Gregorio Taumaturgo —es decir,<br />

el hacedor de maravillas— buena parte de las conversiones se debió a los milagros de los cristianos.<br />

Gregorio Taumaturgo era natural <strong>del</strong> Ponto, y se había convertido a través <strong>del</strong> testimonio erudito de Orígenes. Pero<br />

cuando Gregorio regresó al Ponto, y llegó a ser obispo de Neocesarea, su gran éxito evangelístico se debió, no a sus<br />

argumentos teológicos, sino a los milagros que hacía. Estos milagros consistían especialmente en las curaciones de<br />

enfermos, pero también se nos dice que Gregorio llegó a gobernar el cauce de un río desbordado, y que los apóstoles y<br />

la Virgen, mediante visiones, dirigían su obra misionera. Además, Gregorio parece haber sido uno de los primeros en

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