justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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menzaron a sentir la presión de los francos, volvieron a organizarse como monarquía. Pero su invasión había perdido ya<br />
su ímpetu inicial.<br />
El resultado de la presencia de los lombardos fue un estado de constante guerra y ansiedad. Puesto que los lombardos<br />
no habían conquistado toda la región, las zonas que todavía estaban bajo el gobierno de Constantinopla temían ser<br />
atacadas. Estas zonas eran principalmente dos: el exarcado de Ravena, y Roma y sus alrededores. Constantinopla estaba<br />
pasando por momentos difíciles, y por tanto ni Ravena ni Roma podían esperar ayuda de ella. El resultado fue que<br />
los obispos de [Vol. 1, Page 261] Roma (los papas) quedaron a cargo <strong>del</strong> gobierno y la defensa de la ciudad. El papa<br />
Gregorio el Grande (el mismo que envió a Agustín a Inglaterra) se quejaba de la situación siempre tensa, pues le parecía<br />
que se veía rodeado de espadas. Y llegó a escribir: “Ya ni sé si mi oficio es el de pastor o el de príncipe temporal. Tengo<br />
que ocuparme de todas las cosas, incluso de la defensa, y de pagar a los soldados”.<br />
En tales circunstancias, los papas miraron en derredor suyo en busca de apoyo, y lo encontraron entre los francos.<br />
En el año 751 el rey lombardo Astolfo tomó el exarcado de Ravena, y el papa Zacarías se sintió más solo que nunca. En<br />
vista de esta nueva actividad conquistadora entre los lombardos, Zacarías autorizó a Bonifacio para que ungiese a Pipino<br />
el Breve como rey de los francos. Poco después, Pipino invadió a Italia, donde obligó a los lombardos a cederle al papa<br />
buena parte <strong>del</strong> exarcado de Ravena. A cambio, el nuevo papa, Esteban II, lo ungió de nuevo. Por fin, en circunstancias<br />
semejantes, Carlomagno acudió en socorro <strong>del</strong> papa Adriano I y destruyó el reino lombardo, tomando para sí el título de<br />
“rey de los francos y los lombardos”.<br />
Durante todo este período, la cultura sufrió graves reveses Solo brevemente en la corte lombarda en Pavía, y en<br />
Roma en tiempos de Gregorio el Grande, se produjeron obras literarias o artísticas dignas de memoria. También entre<br />
los lombardos el monaquismo fue, como en tantos otros lugares, un remanso en el que algunos pudieron dedicarse al<br />
estudio. Esta fue una de las fuentes adonde el reino de Carlomagno fue a beber para dar lugar a lo que se ha llamado “el<br />
renacimiento carolingio”. Empero esa <strong>historia</strong> pertenece a otro capítulo de la presente sección.<br />
Resumen y conclusiones<br />
Los siglos V al VIII fueron un período de oscuridad y zozobras en la Europa occidental. Las invasiones de los bárbaros<br />
pusieron fin al poderío efectivo <strong>del</strong> Imperio Romano en la región, aunque durante siglos muchos de esos mismos<br />
bárbaros siguieron considerándose súbditos de ese Imperio.<br />
Desde el punto de vista religioso, los bárbaros reintrodujeron en la Europa occidental dos elementos que poco antes<br />
parecían estar prontos a desaparecer: el paganismo y el arrianismo. Casi todos los invasores eran arrianos: los vándalos,<br />
los visigodos, los suevos, los ostrogodos, los borgoñones y los lombardos. A la larga, todos estos pueblos o bien<br />
desaparecieron (los vándalos y los ostrogodos), o bien se hicieron católicos (los suevos, los visigodos y los borgoñones).<br />
En cuanto a los pueblos paganos, todos se hicieron católicos. Algunas de estas conversiones fueron el resultado de la<br />
presión que ejercía algún pueblo vecino. Pero en su mayor parte fueron sencillamente el resultado <strong>del</strong> proceso de asimilación<br />
que tuvo lugar tras las invasiones. Los bárbaros no penetraron en el Imperio para destruir la civilización romana,<br />
sino para participar de ella. Por esa razón pronto la mayoría de ellos olvidó las lenguas bárbaras y comenzó a hablar<br />
(mal o bien) el latín. Este es el origen de nuestras lenguas romances modernas. De igual modo, los bárbaros abandonaron<br />
sus viejas creencias y acabaron por aceptar las de los pueblos conquistados. Este es el origen <strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong> occidental,<br />
tal como lo conoció la Edad Media.<br />
En todo este proceso, hay dos elementos en la vida de la iglesia que se destacan por su importancia en la conversión<br />
de los bárbaros y en la preservación de la [Vol. 1, Page 262] cultura antigua. Estos dos elementos son el monaquismo<br />
y el papado. Al narrar nuestra <strong>historia</strong>, nos hemos referido a monjes tales como Isidoro de Sevilla, Columba y<br />
Agustín de Canterbury. También nos hemos visto obligados a referirnos a papas tales como Juan, Zacarías, Esteban II y,<br />
sobre todo, Gregorio el Grande. Si no hubiésemos pospuesto la discusión de las controversias cristológicas para otro<br />
capítulo, también habríamos tenido ocasión de referirnos al papa León. Por tanto, antes de continuar con nuestra narración,<br />
debemos detenernos en los próximos dos capítulos, para dedicarle uno al desarrollo <strong>del</strong> monaquismo en este período,<br />
y otro al desarrollo <strong>del</strong> papado.<br />
Además, aunque durante el presente capítulo nos hemos referido constantemente al Imperio de Oriente (o Bizantino),<br />
sólo lo hemos hecho cuando nos ha sido indispensable para narrar la <strong>historia</strong> de los acontecimientos que estaban<br />
teniendo lugar en la Europa occidental. Por ello, después de tratar acerca <strong>del</strong> monaquismo y <strong>del</strong> papado, y antes de retomar<br />
el orden cronológico de nuestra narración, nos detendremos a discutir el curso <strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong> en el Oriente<br />
[Vol. 1, Page 263] El monaquismo<br />
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