justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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A principios <strong>del</strong> siglo tercero, reinaba en Roma el emperador , quien había logrado consolidar su poder y poner así<br />
fin a un período de luchas internas que habían debilitado al Imperio. Empero gobernar en tales circunstancias no era<br />
tarea fácil. La amenaza de los pueblos “bárbaros” allende el Danubio y el Rin era constante. Dentro <strong>del</strong> Imperio había<br />
grupos disidentes, y existía siempre el peligro de que alguna legión se rebelara y nombrara su propio emperador, iniciando<br />
así una nueva guerra civil. En medio de tal situación, Septimio SeveroSeptimio Severo decidió seguir una política<br />
religiosa de carácter sincretista. Su propósito era unir a todos sus súbditos bajo el culto al Sol invicto, en el cual se fundirían<br />
todas las religiones de la época, así como las enseñanzas de diversos filósofos.[Vol. 1, Page 104]<br />
Pero tal política confligía con la obstinación de los dos grupos religiosos que se negaban doblegarse ante el sincretismo:<br />
los judíos y los cristianos. Por ello, Septimio Severo se propuso detener el avance de estas dos religiones, y con<br />
ese propósito prohibió, bajo pena de muerte, toda conversión al judaísmo o al <strong>cristianismo</strong>. Al mismo tiempo, la antigua<br />
legislación seguía vigente, de modo que a los cristianos que fueran acusados y que se negaran a ofrecerles sacrificio a<br />
los dioses se les condenaría también.<br />
El resultado de todo esto fue un recrudecimiento de la persecución al estilo <strong>del</strong> siglo anterior, y a la vez una persecución<br />
más intensa dirigida contra los nuevos [Vol. 1, Page 105] conversos y sus maestros. Por lo tanto, el año 202, fecha<br />
<strong>del</strong> edicto de Septimio Severo, marca un nuevo hito en la <strong>historia</strong> de las persecuciones. Según una tradición, fue en ese<br />
año que Ireneo sufrió el martirio. También hemos señalado anteriormente que el padre de Orígenes, Leónidas, se contaba<br />
entre un grupo de mártires alejandrinos de la misma fecha. Puesto que el peligro era mayor para los maestros <strong>del</strong><br />
<strong>cristianismo</strong>, y puesto que Clemente llevaba unos veinte años enseñando en Alejandría, y se había hecho famoso, Clemente<br />
tuvo que huir y refugiarse en la región de Capadocia, donde era menos conocido.<br />
El más famoso de los martirios de esa época es el de Perpetua y Felicidad, que tuvo lugar alrededor <strong>del</strong> año 203. Es<br />
posible que Perpetua y sus compañeros hayan sido montanistas, y que el autor que nos ha dejado el testimonio de su<br />
martirio haya sido Tertuliano. Pero en todo caso lo que más nos interesa aquí es el hecho de que los mártires son cinco<br />
catecúmenos, es decir, cinco personas que se preparaban para recibir el bautismo. Esto concuerda con lo que hemos<br />
dicho más arriba acerca <strong>del</strong> edicto de Septimio Severo. El crimen de que se acusaba a estos cinco jóvenes, varios de<br />
ellos adolescentes, no era sólo el hecho de ser cristianos, sino también el hecho de haberse convertido recientemente,<br />
desobedeciendo así el decreto imperial.<br />
La heroína <strong>del</strong> Martirio de santas Perpetua y Felicidad es Perpetua, una mujer joven de buena posición social que<br />
amamantaba aún a su hijo recién nacido. La acompañaban los esclavos Felicidad y Revocato, y otros dos jóvenes acerca<br />
de cuyo trasfondo no se nos informa, y cuyos nombres eran Saturnino y Secúndulo. Buena parte <strong>del</strong> Martirio está<br />
puesta en labios de Perpetua, y es muy posible que reproduzca sus propias palabras.<br />
En todo caso, cuando Perpetua y sus compañeros fueron arrestados y el padre de Perpetua trató de convencerla de<br />
que abandonara su fe y salvara así su vida, ella le respondió que, de igual modo que cada cosa tiene su nombre y es<br />
inútil tratar de cambiárselo, ella tenía el nombre de cristiana, y no podía cambiárselo. El proceso de Perpetua y sus compañeros<br />
fue largo, al parecer porque las autoridades querían hacer todo lo posible por incitarles a abandonar su fe. Felicidad,<br />
que estaba encinta cuando fue arrestada, temía que por razón de su embarazo le perdonaran la vida, o al menos<br />
pospusieran su martirio, y que no podría entonces sufrir juntamente con sus compañeros. Pero, según el Martirio, sus<br />
oraciones fueron contestadas, y al octavo mes de embarazo dio a luz una niña, que inmediatamente fue adoptada por<br />
otra hermana en la fe. Cuando la veían quejarse de los dolores <strong>del</strong> parto, sus carceleros le preguntaban cómo esperaba<br />
tener el valor necesario para enfrentarse a las fieras. La respuesta de Felicidad es característica <strong>del</strong> modo en que muchos<br />
de aquellos cristianos de los primeros siglos se enfrentaban al martirio:<br />
Ahora mis sufrimientos son sólo míos. Mas cuando tenga que enfrentarme a las bestias habrá otro que vivirá en mí, y<br />
sufrirá por mí, puesto que yo estaré sufriendo por él.<br />
Los mártires varones fueron por fin lanzados a las fieras, y Saturnino y Revocato murieron rápidamente, pero a Secúndulo<br />
ninguna fiera quiso atacarle. El jabalí que le soltaron, en lugar de atacarle a él, hirió de muerte a uno de los soldados.<br />
Cuando le ataron para que un oso le atacara, el oso se negó a salir de su escondite. Por fin, el propio Secúndulo<br />
le anunció a su carcelero que un leopardo le mataría de una sola dentellada, y así fue.[Vol. 1, Page 106]<br />
En cuanto a Perpetua y Felicidad, les anunciaron que les tenían preparada una vaca furiosa para que las corneara.<br />
Cuando Perpetua fue corneada y lanzada en alto, sencillamente se ciñó mas estrechamente su vestido deshecho sobre<br />
sus carnes expuestas, y pidió que le permitieran recoger su cabellera, porque la cabellera suelta como se la habían dejado<br />
era señal de duelo, y para ella éste era un momento feliz. Luego fue a donde yacía Felicidad, también herida por la<br />
vaca, levantó a su compañera, y preguntó en voz alta que sorprendió a todos: “¿Dónde está la famosa vaca?” Por fin,<br />
desgarradas y sangrantes, las mártires se reunieron en el centro <strong>del</strong> anfiteatro, donde se despidieron con el ósculo de<br />
paz y se dispusieron a morir a espada. Cuando le tocó el turno a Perpetua, su verdugo temblaba y no acertaba a herirle<br />
de muerte, y ella le tomó la mano y se la dirigió para que la hiriera en la garganta. Al llegar a este punto, el Martirio co-