justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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un patriota florentino que soñaba con la unidad italiana. Aunque sus propias convicciones eran republicanas, estaba<br />
convencido de que sólo un príncipe astuto y carente de demasiados escrúpulos podría unir el país. Fue por ello que le<br />
dedicó su obra al cardenal Lorenzo de Médicis, que a la sazón gobernaba en Florencia, instándole a que dejara “las debilidades<br />
de nuestra religión” y se lanzara a la empresa.<br />
No era sólo Maquiavelo quien se dolía de las condiciones de la época. Este tema era característico de toda Europa,<br />
azotada por la plaga, por la guerra de los Cien Años y por el Gran Cisma. Lo que era distintivo de Italia era que ese ambiente<br />
de insatisfacción tenía lugar dentro de una situación de prosperidad económica. Las ciudades de Florencia, Venecia,<br />
Génova y Milán eran importantes centros de industria y comercio. La posición geográfica de Italia, en el centro mismo<br />
<strong>del</strong> Mediterráneo, les permitía a estas ciudades beneficiarse <strong>del</strong> comercio con los países musulmanes y con el Imperio<br />
Bizantino. La burguesía italiana, nacida de esa industria y de ese comercio, era poderosísima. De ahí el conflicto casi<br />
constante [Vol. 1, Page 539] entre esa burguesía, con sus ideales republicanos, y la vieja aristocracia. La prosperidad<br />
económica, unida a la inestabilidad política, dio lugar a una aristocracia intelectual, de origen principalmente burgués,<br />
que halló inspiración en los tiempos clásicos de Grecia y de la Roma republicana.<br />
El despertar de las letras clásicas<br />
Uno de los principales propulsores de esta nueva tendencia fue el poeta Petrarca, quien en su juventud había escrito<br />
sonetos en italiano, pero después se dedicó a escribir en latín, imitando el estilo de Cicerón. Pronto tuvo numerosos<br />
seguidores, que se dedicaron también a emular las letras clásicas. Con ese propósito copiaron manuscritos de los viejos<br />
autores latinos. Otros viajaron a Constantinopla, y de regreso a Italia llevaron consigo manuscritos griegos. Más tarde,<br />
cuando Constantinopla fue tomada por los turcos en 1453, muchos de los exiliados bizantinos llegaron a Italia con sus<br />
manuscritos y su conocimiento de la antigüedad griega. Todo esto contribuyó a un despertar literario que comenzó en<br />
Italia, y que después se extendió al resto de Europa occidental. Pronto ese interés en lo clásico incluyó, no sólo las letras,<br />
sino también las artes. Los pintores, escultores y arquitectos fueron a buscar su inspiración, no en el arte cristiano<br />
de los siglos inmediatamente anteriores, sino en el pagano de la antigüedad. Naturalmente, aun cuando pretendieron<br />
desentenderse de su herencia directa, no lo lograron <strong>del</strong> todo, y por tanto buena parte <strong>del</strong> arte <strong>del</strong> Renacimiento tiene<br />
sus raíces en el gótico. Pero el ideal de muchos de los artistas italianos de la época era redescubrir los cánones de belleza<br />
de la antigüedad, y plasmarlos en sus obras.[Vol. 1, Page 540]<br />
Todo este interés en la antigüedad clásica coincidió con la ( invención de la imprenta, que a su vez hizo un impacto<br />
profundo en el humanismo. Pero no ha de pensarse que esto hizo de las letras renacentistas un movimiento popular. Al<br />
contrario, los libros que los renacentistas hicieron imprimir eran obras de difícil lectura, compuestas en latín clásico o en<br />
griego. Lo que es más, el arte tipográfico de la época hizo todo lo posible por imitar los manuscritos que se imprimían.<br />
Las muchas abreviaturas, harto difíciles de entender, que los copistas utilizaban para facilitar su trabajo, continuaron<br />
usándose en los libros impresos. Para los humanistas, la imprenta era un magnífico medio para comunicarse entre sí, o<br />
para duplicar las obras de la antigüedad, pero no para difundir sus ideas entre el pueblo. Esas ideas continuaron siendo<br />
posesión exclusiva de la aristocracia intelectual.<br />
Aparte <strong>del</strong> caso de Savonarola, no fue hasta tiempos de la Reforma protestante que la imprenta comenzó a utilizarse<br />
como un medio de comunicación con las masas, para la divulgación de ideas teológicas y filosóficas. Pero a pesar de<br />
ello la imprenta hizo un impacto notable en las letras renacentistas. En primer lugar, los libros se hicieron relativamente<br />
más accesibles. Cuando sólo había manuscritos, y aún por varias décadas después de la invención de la imprenta, los<br />
libros eran tan costosos que en muchas bibliotecas estaban atados a los estantes con cadenas. Un erudito de medianos<br />
recursos apenas podía poseer unos pocos. Pero ahora, con la invención de la imprenta, fue posible comenzar a reproducir<br />
en mayores cantidades algunos de los libros más preciados de la antigüedad.[Vol. 1, Page 541]<br />
Esto a su vez les hizo ver a los humanistas hasta qué punto los errores de los copistas se habían introducido en una<br />
obra. Si un humanista, por ejemplo, tomaba un libro impreso en otra ciudad a base de un manuscrito, pronto encontraba<br />
divergencias entre ese libro y otro manuscrito de la misma obra. Aunque en los siglos anteriores los estudiosos conocían<br />
algo de esta situación, fue la invención de la imprenta lo que la hizo más palpable.<br />
Ahora bien, la imprenta misma ofrecía un medio de ponerle remedio, siquiera parcial, a esa situación. Ahora era posible<br />
producir varios centenares de ejemplares de un libro, idénticos entre sí. Ya no era necesario confiar la reproducción<br />
de obras literarias a una multitud de copistas, con el riesgo de que cada uno de ellos introdujera en ellas nuevos errores.<br />
Si un erudito se dedicaba a la ardua tarea de comparar varios manuscritos de un mismo libro, y tratar de llegar a un texto<br />
fiel al original, su obra podía culminar en una edición impresa, sin más errores que los que el erudito mismo hubiera dejado<br />
pasar. Surgió así la “crítica textual”, cuyo propósito es, no criticar los textos, como podría suponerse, sino aplicar<br />
todos los recursos de la crítica histórica para llegar de nuevo al texto original de una obra.<br />
Todo esto dio lugar a una desconfianza en los legados de la tradición inmediata. Si los manuscritos no eran totalmente<br />
fidedignos, ¿no era también posible que algunas de esas obras fuesen completamente falsas, producto de la ima-