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Nunca te bajes en Niebla<br />
Miguel Terry Valdespino<br />
Después soñé que soñaba.<br />
Antonio Machado<br />
Yo, Teresa Miralles Williams, escritora de poesía y ficciones, con tres libros<br />
publicados y algunos premios de cierta importancia, voy a subir al último<br />
tren que sale rumbo a Niebla a las 11 y 48 de la noche.<br />
Mi viaje tiene mucho que ver con las pesadillas. Y cualquier ser humano,<br />
sea escritor o no, divide las pesadillas, casi siempre, en dos tipos: las que se<br />
llenan de absurdo, sangre y demonios; pero permiten que uno se despierte dando<br />
un grito de terror y sonriendo, y las que van dejando en el soñador la creencia<br />
de que el espanto acabará muy pronto y podrá abrir los ojos, sonreír, bostezar,<br />
levantarse de la cama y prepararse un café…, pero finalmente no sucede el<br />
milagro y entonces la pesadilla sigue su azote por los siglos de los siglos. No<br />
sé, lo digo sinceramente, en qué clase de las dos estoy sumergida ahora.<br />
Antes de subir los dos escalones que me llevan hasta la panza del quinto<br />
vagón, miro hacia atrás un segundo: aún se encuentran en la entrada del<br />
andén los dos hombres que me acompañaron hasta la estación: el que parece<br />
tener mayor jerarquía es tan alto como un jugador de baloncesto; el otro es<br />
mediano, rechoncho y parece mudo. Tienen el contraste propio de una pareja<br />
de comediantes. Aunque no son en realidad nada graciosos. Me observan con<br />
una pose retadora. Respirarán con alivio cuando por fin me aleje. La noche<br />
amenaza lluvia. Pero si ahora mismo estallara un aguacero, ninguno de los<br />
dos se movería de su sitio. Mientras camino, han vuelto a martillarme en la<br />
cabeza las palabras del que parece un basquetbolista:<br />
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