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desmadres y tareas críticas según enrique serna<br />

sume mejor esa fe que su aseveración en la última sección que “Un prosista<br />

elegante como Ortega y Gasset y un torturador del lenguaje como Heidegger<br />

llegaron por caminos distintos a formular conceptos muy similares”. Como<br />

se desprende de sus reflexiones, el crítico tendrá que entrelazar, en el nivel<br />

discursivo, que las afirmaciones (productos de aserciones) no son lo mismo<br />

que las proposiciones (objetos de creencias).<br />

Paradójicamente, cuando hoy los alumnos aumentan y se democratizan,<br />

las universidades se distancian más del mundo letrado y los académicos<br />

adaptan su atención a la cultura popular que, suponen, les interesa a aquéllos,<br />

cerrando así otros tipos de comunicación, violando varias razones de ser<br />

universitarias, como dejar que los alumnos consideren ideas incómodas o las<br />

que no les gustan, o que no piensen en que limitarse a sólo unas perspectivas<br />

también reduce su resistencia, tolerancia y entendimiento. Si un reclamo de<br />

Serna es que se ignora la cultura popular, resulta más productivo indagar<br />

por qué la secta de los “estudios culturales” la han fetichizado desde hace<br />

décadas, sin entenderla en cuerpo propio, convirtiéndola en relleno de sus<br />

excesos crítico-teóricos, mientras la gran ventaja de Serna radica en que desde<br />

sus primeras compilaciones ha sabido separar el grano de la paja. Aquí<br />

abarca demasiado, pero lo expresa tan patentemente que, de sus numerosos<br />

aciertos, se desprende la lección de que hay que ser más escépticos con la<br />

cooptación y preguntar qué existe en el mundo intelectual que todavía no podemos<br />

decir o escribir, y qué es lo que nos detiene. Detrás de su irreverencia<br />

hay un esfuerzo honesto por rehumanizar el arte con una querella directa<br />

contra sus comisarios antiguos y modernos. Al mismo tiempo, sabe que no se<br />

puede volver a 1956, cuando catorce mil personas llenaron un estadio para oír<br />

hablar a T. S. Eliot, también sabe que los intelectuales que critica no tienen<br />

catorce mil seguidores en Facebook.<br />

¿puede un novelista crítico abandonar la política?<br />

Desde ahora hay que decir que la respuesta es un rotundo “No”, y que la<br />

pregunta siempre debe ser cuál es la política debida o aceptada. Estar interesado<br />

en las ideas no distancia al intelectual del mundo, y ser parte del<br />

mundo y estar en él no vacía a nadie de las ideas. Pero Serna quiere mostrar<br />

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