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que las pretensiones del poeta se desvanecen<br />
cuando escapa de sus manos “el<br />
resbaloso pez de las alturas”. Al mismo<br />
tiempo, ese “pez de las alturas” es afín<br />
a los “peces del aire altísimo” de José<br />
Gorostiza. Ortega no lo subraya, como<br />
es natural, pero en esa confluencia de<br />
dos maestros también radica una de las claves<br />
para entender sus poemas, concebidos<br />
como un espacio de confrontación<br />
y ajuste de referencias muy variadas.<br />
El poemario se organiza en seis apartados.<br />
El primero y el último contienen<br />
once poemas cada uno; los demás, diez.<br />
En la cantidad total de sesenta y dos<br />
poemas cabe sospechar una razón oculta:<br />
cada poema representa un minuto de<br />
la hora, cuando no un segundo del minuto,<br />
a excepción del primero y el último,<br />
que son el alfa y el omega, el instante<br />
del principio y el instante de la conclusión,<br />
ajenos al tiempo uno y el otro. El<br />
último poema del volumen, elocuentemente,<br />
se titula “Final del trayecto”.<br />
A mi juicio, lo anterior cobra toda su<br />
importancia cuando se advierte que dos<br />
temas predominan en Guía de forasteros:<br />
la inminencia y el cuestionamiento<br />
a propósito de la identidad personal.<br />
Ambas preocupaciones, por añadidura,<br />
se despliegan sobre un fondo de viajes y<br />
mudanzas. “Algo inaudito está por suceder,<br />
/ pero puede que no nos enteremos”,<br />
dice Ortega. En otro poema escribe:<br />
“Algo sucede mientras las apariencias<br />
se confían al curso de la lógica.” Y en<br />
otro, aún: “Algo quiere ser dicho.” Y<br />
en otro:<br />
Detrás del cerco abstracto de la noche,<br />
al margen de su cúpula gaseosa<br />
o más allá de aquellas fragosas latitudes en<br />
que se carbonizan los horarios<br />
brilla el lomo desnudo<br />
de un lugar imposible.<br />
Quiero decir con lo anterior que los<br />
temas principales del poemario se intensifican<br />
por obra del minutero que<br />
avanza figuradamente conforme se recorren<br />
las páginas. Ortega observa la<br />
naturaleza, recorre ciudades o carreteras<br />
distantes en indaga en los gestos de<br />
los desconocidos, y al hacerlo intuye que<br />
algo está pasando sin que lo sepamos<br />
y que algo más está por ocurrir. Oye<br />
silbar “un aire que está casi a punto /<br />
de contar un secreto” y adivina en las<br />
cosas “un sobresalto que ni quién perciba”.<br />
El poeta no siempre identifica el<br />
objetivo de sus búsquedas, pero cuando<br />
las presiente no duda en expresarlas<br />
como una carencia:<br />
Lo que no se ve.<br />
Lo que le falta a la Tierra<br />
para ser redonda.<br />
Eso que falta en el mundo –insinúa<br />
Ortega– es la identidad misma del poeta.<br />
Si no fuera temerario hablar de personajes<br />
en un libro de poemas, diría que<br />
un personaje va tomando forma en Guía<br />
de forasteros a fuerza de vagabundeos.<br />
Es un personaje que tiene, pues, los<br />
rasgos de un flâneur, de un caminante<br />
sin prisa, sin itinerario ni obligaciones<br />
aparentes. Aunque, por una parte, se<br />
juzgue apropiado etiquetarlo como un<br />
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