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miguel terry valdespino<br />
104<br />
–Le advertimos por su bien, señora<br />
Miralles: a esta ciudad no vuelva nunca,<br />
hágase idea de que esta ciudad no existe,<br />
hágase idea que sus amigos poetas no<br />
quieren saber de usted, y por tanto no vale<br />
la pena que regrese para encontrarse con<br />
ellos en la librería El Pensamiento… ni<br />
en ninguna parte.<br />
Subo al vagón detrás de un grupo que<br />
forman un tipo con sombrero y camisa de<br />
cuadros, una mujer regordeta con una niña<br />
delgada que mastica caramelos, un rubio<br />
alto con los ojos hundidos, un rastafari con una guitarra y un muchacho con<br />
una boina y un libro en la mano: El cero y el infinito. Ninguno de los pasajeros<br />
me asombra o me impulsa a ponerme en guardia. A dos minutos de<br />
la arrancada, el vagón número cinco está casi vacío. Reviso el boletín que<br />
me entregaron y busco mi asiento. Me han dado el número 238, junto a una<br />
ventanilla, para que, en vez de sumergirme en turbias ideas, me entretenga<br />
en observar el paisaje nocturno, la luna entre los nubarrones y las casas y<br />
los pueblos que pasarán junto al tren como fugaces cadáveres iluminados.<br />
Pongo bajo el asiento mi maleta de cuero y en breve escucho el grito de<br />
arrancada. La locomotora pita agónicamente, como un animal obstinado, y<br />
se dispone a ponerse en movimiento. Los dos hombres levantan la mano y me<br />
dicen adiós. En verdad no es un adiós. Es un gesto de alivio. Adiós y nunca<br />
más retornes, criatura inútil. Adiós para siempre, poetisa perversa. No olvides<br />
que en esta ciudad no te amamos.<br />
El tren es viejo. Todos los trenes de este país lo son. Pero ser viejo lo<br />
pone a tono con el color de mi pesadilla. En un tren moderno las pesadillas<br />
no tendrían sentido, como tampoco las tendrían dentro de un avión. Ni los<br />
fantasmas ni los demonios viajan en trenes modernos ni en aviones. Se sentirían<br />
tan ridículos como un sacerdote en un desfile de modas. Sin embargo,<br />
el hecho de que esta alucinación transcurra en un fiambre de hierro, en una<br />
pieza obsoleta, le ofrece campo ideal a la pesadilla que comenzó a incubarse<br />
desde hace ya muchas horas.