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Posteriormente escritos)

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wilfrido h. corral<br />

con la servil ejecución del novelista.”<br />

Su preclara visión respecto a los<br />

giros y connivencias que notaba en<br />

la literariedad (sucintamente, lo que<br />

autoriza a distinguir el discurso literario<br />

de otros) debe ser templada<br />

adicional y categóricamente por el hecho<br />

de que los que nos dedicamos a la<br />

literatura no hacemos algo tan importante<br />

como curar el cáncer o terminar<br />

con el hambre.<br />

En el mejor de los casos, lo que<br />

podemos hacer es tratar de remediar<br />

enrique serna<br />

los problemas de nuestro mundillo,<br />

en el cual existe una leve posibilidad de que uno, crítico o no, tal vez tenga<br />

algún impacto. A pesar de que, como sabemos hoy, la “novela del lenguaje”<br />

languideció sin mayor repercusión pública, no es gratuita o totalmente<br />

errónea la nómina de Serna de los críticos altisonantes de esa época. Vale<br />

la pena recordar, entonces, que Serna habría tenido que distinguir con más<br />

precisión, porque con el paso de los años se ha llegado a percibir a Roland<br />

Barthes (para algunos el primer “bloguero”) y a Todorov como maestros de<br />

sensatez crítica y ética, en un momento anterior fascinados por la jerigonza.<br />

Y si Greimas siguió siendo el fundador de una crítica que no dejó de depender<br />

del mecanicismo estructuralista, la jerga de Kristeva cedió a preocupaciones<br />

críticas más amplias en que la literatura ya no es una excusa para<br />

una teoría. Otra manera de percibir esta progresión es preguntar qué habría<br />

dicho Serna si para 1996 se le hubiera prestado más atención a Derrida en el<br />

ámbito crítico de habla española.<br />

El segundo relato parte de la premisa de que para autores como Serna<br />

y buena parte de sus coetáneos, más dedicados que sus antecesores a la no<br />

ficción (calificarla de ensayística es insuficiente, como se verá), es obvio que<br />

en la simbiosis entre narradores y críticos los últimos son los parásitos y<br />

que es tan difícil escribir un libro malo como uno bueno, y mucho más fácil<br />

escribir una crítica despiadada. En una carta de 1853, Flaubert decía que “La<br />

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