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Sade y la de Paz, se puede” consultar<br />

el ensayo “Paz, Breton, Sade: en torno a<br />

la interpretación del poema ‘El prisionero’”,<br />

de Mónica Quijano, recopilado<br />

en La palabra entre el águila y el sol: el<br />

surrealismo y la obra de Octavio Paz.<br />

Hay que agregar que, aparte de ser ensayos<br />

sustanciales, estas sugerencias<br />

son recientes, lo que nos permite ver<br />

que en El río reflexivo se incorporó la<br />

bibliografía secundaria más actual.<br />

He escrito que Anthony Stanton es<br />

uno de los mejores estudiosos de la obra<br />

de Paz, y que en las notas de El río reflexivo<br />

nos brinda varios cauces de investigación,<br />

que Stanton ha recorrido<br />

en los años que lleva dedicándose al<br />

análisis de la obra paciana. Estas indicaciones<br />

de caminos posibles, como<br />

las que dan los controladores de vuelo<br />

en los aeropuertos internacionales a los<br />

pilotos, permitirán a los investigadores<br />

conocer hacia dónde dirigirse para volar<br />

con la seguridad de aterrizar en los<br />

lugares exactos de acuerdo a sus intereses.<br />

El río reflexivo es ya una obra de<br />

consulta necesaria para el interesado en<br />

la obra del primer Paz, debido al alcance<br />

de su investigación y a la perspicacia<br />

de sus interpretaciones. Digamos,<br />

finalmente, que si bien puede ser pesado<br />

leerlo de continuo, a causa de la<br />

seriedad de su estilo, quien se atreva a<br />

navegar este río no estará exento de placeres<br />

situados no ya en la exuberancia<br />

de la prosa, sino en la nitidez de una<br />

argumentación que nos lleva a buen<br />

puerto sin estorbos.<br />

Obligado a inventar<br />

Fernando Montenegro<br />

Emmanuel Carrère, El Reino, Anagrama,<br />

España, 2015, 520 p.<br />

Los hombres están hechos de tal modo<br />

que quieren el bien de sus amigos y el<br />

mal para sus enemigos. Que prefieren<br />

ser fuertes que débiles, ricos que pobres,<br />

grandes que pequeños, dominantes<br />

que dominados. Es así, es normal,<br />

nadie ha dicho que está mal. La sabiduría<br />

griega no lo dice, la piedad<br />

judía tampoco. Ahora bien, hay unos<br />

hombres que no sólo dicen, sino que<br />

hacen exactamente lo contrario. Al<br />

principio no se los comprende, no se<br />

ve la ventaja de esta extravagante<br />

inversión de los valores. Y después<br />

empiezan a comprenderlos. Se empieza<br />

a ver la ventaja, es decir, la alegría, la<br />

fuerza, la intensidad vital que extraen<br />

de esa conducta en apariencia aberrante.<br />

Y entonces ya sólo queda el<br />

deseo de hacer lo mismo que ellos.<br />

Emmanuel Carrère, El Reino<br />

Hacia el final de la primera temporada<br />

de True detective, una serie que Carrère<br />

debió haber consumido con cierto fervor,<br />

aunque también con el ceño fruncido,<br />

desaprobándola por momentos –por<br />

momentos es, ciertamente, cursi, superficial,<br />

efectista–, los protagonistas tienen<br />

una conversación acerca de la batalla más<br />

importante e inmemorial del universo:<br />

aquella que disputan la luz y la oscuridad.<br />

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