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henry mccarty<br />
naba la amistad más profunda y antigua de Higinio Otero, en Chihuahua. Dedujo<br />
que la providencia se lo había puesto en el camino. Recordó de golpe las<br />
locuras y peripecias contadas por el amigo mutuo. Aceptó que se había equivocado<br />
al querer desplazarse hacia Paso del Norte, donde, de haber puesto la<br />
nariz, lo habrían cazado como un búfalo. Todo por culpa de las tensiones de<br />
vivir a salto de mata, de pensar en tantas cosas al mismo tiempo, le habían<br />
impedido reconocerlo de buenas a primeras.<br />
Los dos amigos de Otero, abatido por Charlie Sanquist, alias El Comemexicanas,<br />
se dieron la mano, seguidamente un abrazo; McCarty, desaparecido<br />
entre las tenazas de Arracadas.<br />
Llegó la madrugada y ninguno de los hombres se desplomó de sueño o<br />
de cansancio. El aguardiente los mantuvo en vela; a Arracadas se le aflojó la<br />
lengua. No dejaron de brindar por Otero. Arracadas le dijo a McCarty que no<br />
era necesario trotar hasta Paso del Norte. Podían reconocerlo. Lo previno de<br />
dos posibilidades: que un civil le disparara para cobrar la nada despreciable<br />
recompensa ofrecida por las autoridades de Nuevo México o que los soldados<br />
de Fort Bliss, o los Rangers, trataran de detenerlo. Los demás habían<br />
enmudecido, resignados a escuchar la plática.<br />
A pregunta de McCarty, Arracadas dijo que Paso del Norte era una<br />
locura, vivía allí desde hacía dos años y ya se estaba hartando de su vida<br />
llevada al garete. Para darle cierto rumbo, se ocupaba, cada dos meses, de<br />
llevar baratijas o transportar encargos de Paso del Norte, o de El Paso, a Albuquerque.<br />
Le dejaba el suficiente dinero para no trabajar un par de meses.<br />
Vivía en un cuartucho aledaño al lupanar de La Yegua, Teresa Garrido, compartido<br />
con la mujer que seguía tendida a un costado de sus pies gigantescos.<br />
Volvió a insistirle que no cruzara el río, las cosas estaban complicadas<br />
para él. Arracadas le dio un trago largo a la botella de güisqui, antes de hacerle<br />
una pregunta.<br />
–La verdad, ¿qué te lleva a Paso del Norte? Ve, si quieres, pero no te<br />
lo recomiendo.<br />
–Voy a matar al asesino de Higinio. Se lo prometí y no debo fallarle.<br />
Arracadas soltó una carcajada y sus hombres lo secundaron, como siempre<br />
sucedía con ellos cada vez que el jefe se manifestaba en estridencias.<br />
–Me enteré de la muerte de Otero, como te acabo de decir, en la casa<br />
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