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henry mccarty<br />
Los demás festejaron el chiste,<br />
menos McCarty, que se quedó tenso<br />
al ver uno de los desvaídos senos descubiertos<br />
de la dama. 2<br />
Arracadas tomó una vara repleta<br />
de carne, eligió una porción y masticó<br />
al modo salvaje, sin dejar de ver el horizonte<br />
que poco a poco se teñía de negro;<br />
luego, se inclinó para tomar una<br />
piedra y la tiró tan fuerte como pudo.<br />
Varias palomas torcaces levantaron el<br />
vuelo, espantadas por la certera pedrada.<br />
Con el alboroto, el ruano de McCarty<br />
relinchó.<br />
–Las huelo a leguas. Tienen un zureo inconfundible –le dijo Arracadas<br />
a Lampiño.<br />
Arracadas no se había percatado de la presencia de McCarty o fingía<br />
no verlo.<br />
2<br />
Esa noche que recibí la llamada del Dr. Ochoa, tan inesperada como por lo que revelaría,<br />
me disponía a saciar una botella de vino tinto español que él causalmente me había<br />
obsequiado; esperaba que el vino sosegara un poco el cansancio que me atenazaba las corvas<br />
y las espaldas, y me otorgara la suficiente dosis de lirismo para la charla. Había pasado todo el<br />
día en la Davis Library, de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, escudriñando<br />
un extenso archivo fotográfico sobre la negritud en México, de un valor incalculable. Particularmente,<br />
seguía la pista que me llevaría a develar los orígenes de la familia Campbell (afincada<br />
primero en la ciudad de Chihuahua y, después, en Ciudad Juárez), descendiente de<br />
esclavos de Alabama. Chispeante, el Dr. Ochoa me comentó que recién había entrevistado<br />
a dos ancianos en Hatch, Nuevo México (que presume ser la capital mundial del chile); los<br />
viejos habían nacido a principios del siglo xx y mantenían mucha información valiosa sobre el<br />
tema; le aseguraron que los padres de éstos habían conocido al rubio forajido y que les trató<br />
de vender sesenta reses a buen precio, incluyendo una potranca. Si los viejos esculcaban<br />
bien en los baúles con recuerdos familiares, podían dar con el contrato que habían firmado el<br />
padre de éstos y el supuesto forajido para no deshacer el compromiso. La compra no se concretó<br />
porque sus padres temían que las reses fueran robadas. Ochoa conoció a los ancianos<br />
cuando acudió a la inauguración de la primera y única biblioteca de Hatch –Dr. Ramón<br />
Ochoa Library–, fundada por gestiones de su hermana. Yo tomaba notas mientras él hablaba<br />
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