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Desmadres y tareas críticas<br />
según Enrique Serna<br />
Wilfrido H. Corral<br />
comienza el desmadre<br />
Enrique Serna es conocido ampliamente como autor de una gran diversidad de<br />
novelas (históricas, picarescas, “políticas”, eróticas y/o de formación, como<br />
Fruta verde, de 2006) y cuentos fundacionales o parteaguas: “La vanagloria” y<br />
“Material de lectura”, de La ternura caníbal (2013), y “Borges y el ultraísmo”,<br />
de Amores de segunda mano (1994). Aquéllos son muestras fehacientes de la<br />
afinidad temática con su no ficción en conceptualización y resultados, y hay<br />
varios más. Otros relatos confrontados emblematizan y sintetizan la plantilla<br />
conceptual del Serna estudiado en este ensayo. El primero, no ficticio,<br />
es parte de un ensayo de hace unos veinte años titulado provocadoramente<br />
“Vejamen de la narrativa difícil” 1 que, al cotejar cómo Carlos Fuentes “ya<br />
iba equipado con la terminología que lo justificaría ante la crítica”, permite<br />
al joven narrador sustentar que la narrativa de su compatriota es artificial,<br />
un desborde o desmadre. Para Serna: “Las verdaderas revoluciones literarias<br />
ocurren a la inversa: primero surgen las obras que inauguran formas de<br />
expresión y luego vienen los profesores a explicar cómo están hechas. Con<br />
la novela del lenguaje se facilitó el trabajo de la crítica universitaria, que<br />
vio reflejado en la creación su propio andamiaje teórico y se limitó a cotejar<br />
la partitura conceptual (sea de Barthes, Todorov, Greimas o Julia Kristeva)<br />
1<br />
Enrique Serna, Las caricaturas me hacen llorar, Joaquín Mortiz, México, 1996, pp. 288-296.<br />
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