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¿Es posible esto? Desde un punto de<br />
vista histórico, por supuesto que no. La<br />
novela no existía como forma, y de la<br />
misma manera en que Jesús, Pablo y todos<br />
sus contemporáneos no sabían que<br />
vivían en el primer siglo de nuestra era,<br />
Lucas no podía estar escribiendo una. ¿De<br />
qué habla entonces Carrère? Se refiere,<br />
mayormente, al procedimiento de escritura.<br />
Uno puede enterarse de lo acaecido,<br />
del orden de los acontecimientos,<br />
de su lógica. Incluso de las motivaciones<br />
que habrían motivado, por ejemplo,<br />
a Nerón a quemar su propia ciudad.<br />
Pero sólo a través de la escritura, de<br />
lo que un novelista espera escribir, es<br />
decir, su punto de vista de las cosas. Y<br />
ese punto de vista no es solamente una<br />
opinión, una perspectiva, palabras que<br />
se usan con tanta gratuidad en nuestros<br />
tiempos. Aquel procedimiento es siempre<br />
un gesto profundamente político a<br />
través del cual procuramos entender el<br />
mundo y, si se media, transformarlo en<br />
función de ciertas convicciones.<br />
Para Lucas, especula Carrère, no era<br />
suficiente la versión de Jesús que había<br />
leído en Marcos (un testigo de primera<br />
mano) y ni siquiera lo que había escuchado<br />
de Pablo. Este evangelista necesitaba<br />
su propia variante del Mesías para<br />
entender qué había sucedido con él, con<br />
su interior, y con ese mundo del primer<br />
siglo que había girado de forma inesperada<br />
y dramática durante el curso de su<br />
existencia. Quizá también quería entender<br />
por qué un hombre como su maestro Saúl,<br />
o Pablo, dedicó su vida a difundir el mensaje<br />
de la resurrección de un hombre, asunto<br />
que le costó una muerta sangrienta.<br />
Éste es el mismo procedimiento que<br />
inspira a Carrère a indagar sobre la vida<br />
de aquellos a quienes había leído con<br />
tanto fervor entre 1990 y 1993, antes de<br />
escribir El adversario.<br />
Carrère sostiene que se puede observar<br />
a ese Lucas novelista en diferentes<br />
procedimientos y mecanismos que<br />
utiliza en su Evangelio (por ejemplo,<br />
el melodrama), pero fundamentalmente<br />
en el gesto central del novelista: la<br />
invención, cuando Lucas decide contar<br />
la escena de la anunciación, con la que<br />
prácticamente empieza su Evangelio.<br />
Allí introduce a un personaje inédito,<br />
Isabel, supuestamente prima de María,<br />
que también ha sido notificada sobre su<br />
embarazo por el ángel Gabriel. Esto hace<br />
pensar que Jesús y Juan son primos, lo<br />
cual, para Carrère, es un gesto de novelista<br />
o de guionista de cine. “Estaba en<br />
la cama, o en las termas, o se paseaba<br />
por el campo de Marte cuando la idea se<br />
le pasó por la cabeza: ¿y si Jesús y Juan<br />
fuesen primos? ¡Le vendría de perlas a<br />
su tarea de narrador!”<br />
Lo interesante de este fragmento no es<br />
solamente el hecho de que ofrece una respuesta<br />
satisfactoria para la difícil relación<br />
que tiene Lucas con Juan (enemigo<br />
este último de Pablo, su maestro), sino<br />
que pone en crisis todo lo que habíamos<br />
leído hasta allí. Salvo que, en nuestra<br />
lectura, nos sabemos protegidos por el<br />
manto de la ficción. De manera aún más<br />
grave, Carrère llama la atención sobre<br />
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