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Posteriormente escritos)

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unidos en La voluntad de los objetos se<br />

publicó después del 2000, son especialmente<br />

relevantes aquellos que narran<br />

retrospectivamente, con una evidente<br />

pretensión historiográfica, la configuración<br />

de una nueva escena del arte<br />

contemporáneo ligada a la experimentación<br />

y las estrategias del arte conceptual<br />

en el Distrito Federal en la década<br />

de 1990 (a este respecto, destacan “Tratado<br />

de libre comer”, “Indisciplinariedad”<br />

y “Temístocles 44: ¡¿Qué parió?!”).<br />

Por supuesto, el relato que se presenta de<br />

ese periodo aparece en primera persona y<br />

funciona en gran medida como una celebración<br />

del escenario en el que el propio<br />

Cruzvillegas configura su singular biografía<br />

artística: desde los ahora míticos<br />

seminarios de los viernes en los que entre<br />

1987 y 1991 se reúne con Gabriel Orozco,<br />

Damián Ortega, Gabriel Kuri y Jerónimo<br />

López para discutir textos y sus propios<br />

proyectos (tan mítico ya el hecho que<br />

la Galería Kurimanzutto, que los representa,<br />

lo ha capitalizado dedicándole<br />

una exposición curada por Guillermo<br />

Santamarina este 2016: xylañynu. Taller<br />

de los viernes) hasta su participación en<br />

exposiciones alternativas a la escena<br />

pictoricista neomexicanista de finales<br />

de los años ochenta y principios de los<br />

noventa, su fugaz paso por el espacio<br />

Temístocles 44 o su labor como profesor<br />

en la escuela nacional de pintura, escultura<br />

y grabado, “La Esmeralda”, desde<br />

1999. En esos ensayos se presentan los<br />

términos y los eventos mediante los que<br />

Cruzvillegas despliega su propia genealogía<br />

como artista. De ahí que cuando<br />

enumera reuniones, fiestas o los participantes<br />

de una exposición el “y yo”<br />

sea una expresion habitual. Desde su<br />

publicación en 1999, “Tratado de Libre<br />

Comer” me pareció un texto útil dada<br />

la escasa bibliografía que revisaba con<br />

un mínimo de detalle el periodo. Más de<br />

quince años después, su narrativa autoexplicatoria<br />

ha de ser confrontada con<br />

otras posturas, especialmente mediante<br />

la lectura de los trabajos de Olivier<br />

Debroise, “Puertos de entrada: el arte<br />

mexicano se globaliza, 1987-1992”, en La<br />

era de la discrepancia (2006), Mónica<br />

Mayer, Escandalario. Los artistas y la<br />

distribución del arte (2006), o algunos aspectos<br />

de las investigaciones de Issa<br />

María Benítez, Rubén Gallo o Daniel<br />

Montero. La actual lectura de esos textos<br />

de Cruzvillegas tienen más interés<br />

por su carácter testimonial que por la<br />

condición historiográfico que se les pudo<br />

pretender.<br />

Ése no es necesariamente un demérito.<br />

De hecho, a su modo, esos textos apuntan<br />

a uno de los grandes temas en el<br />

trasfondo de la (auto)construcción del<br />

yo artístico de Cruzvillegas y, por extensión,<br />

de la escena de las artes plásticas<br />

en la Ciudad de México desde la<br />

década de 1990. ¿Cómo se configura ésta,<br />

desplazando a la pintura del protagonismo<br />

artístico defeño? De nuevo, en<br />

“Autoconstrucción”, el que quizá sea<br />

el texto mejor armado del compendio,<br />

donde claramente se advierte un proceso<br />

de investigación intenso, Cruzville­<br />

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