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Las sombras tipográficas ahora están hechas<br />
con letras, resultado de fragmentar<br />
cadenas de palabras (palabras sin espacios<br />
entre ellas) en partes que no corresponden<br />
a divisiones silábicas sino a la<br />
conformación de veintidós sombras de<br />
texto triangulares. Un fondo rectangular<br />
de puntos une estas sombras, que se distribuyen<br />
en cinco renglones. El primer<br />
renglón tiene tres sombras, el segundo,<br />
dos, el tercero, tres, y así sucesivamente.<br />
Haciendo un pequeño esfuerzo se leen<br />
las palabras o frases: “fibra de henequén”,<br />
“plástico”, “estropajo”, “lino”,<br />
“cola de caballo”, “seda”, “ramia”, “hilo<br />
de papel”, “palma de jipijapa”, “oro”,<br />
“lengua de vaca”, etc. Todas están relacionadas<br />
de alguna manera con las<br />
artes plásticas. La impresión producida<br />
metafóricamente es que están trenzadas:<br />
el poema es un textil, un tejido,<br />
un texto.<br />
La tercera sección, que se titula “A<br />
la luz de siempre”, tiene más poemas<br />
que las dos anteriores, veinticinco de<br />
los cuales son inéditos. Por su técnica<br />
diferente, llama la atención “Sextina”,<br />
nombre de un tipo de composición de<br />
treinta y nueve versos de arte mayor, organizados<br />
en seis estrofas de seis versos<br />
cada una, más una estrofa final de tres<br />
versos. La palabra “sextina” justamente<br />
contiene siete letras que Alberto repite<br />
para formar las siete estrofas de la<br />
sextina. Es decir, la primera estrofa es<br />
un bloque de seis líneas compuestas de<br />
puras “eses”; la segunda es un bloque<br />
de seis líneas de puras “es”; la tercera<br />
es de puras “equis” y así sucesivamente,<br />
hasta que la estrofa final son tres líneas<br />
de “as”. “Lluvia” también es singular,<br />
porque los veinte versos del poema están<br />
insertados en un cuadrado lleno de<br />
pequeñas diagonales tipográficas. Así,<br />
todos los espacios que separan las palabras<br />
tienen diagonales, dando la impresión<br />
de que el poema está en medio<br />
de un chubasco. Inmediatamente, por<br />
mi mente cruza el caligrama “Il pleut”,<br />
de Apollinaire, otra forma de presentar<br />
la lluvia gráficamente. Sin embargo, en<br />
algunos versos Alberto subraya lo que<br />
pienso que es la poética principal del<br />
libro: “no para la vista / sino para la imaginación<br />
(…) no para el paladar / sino<br />
para el entendimiento”. <strong>Posteriormente</strong>,<br />
Alberto me confesó que tras el poema<br />
está la pieza de rock “Rainmaker”,<br />
del grupo Traffic, uno de sus favoritos.<br />
Todas las referencias contribuyen a la riqueza<br />
del poema, unas evidentes, otras<br />
develadas –como esta última–, otras ocultas<br />
y en espera de quien las descubra.<br />
Por último, quiero mencionar “Número”,<br />
poema basado en el desafío que se<br />
hace al lector para que encuentre la lógica<br />
de su armado: una línea de letras<br />
que se ensancha hacia sus extremos y<br />
se angosta hacia su centro esconde palabras<br />
que hay que descifrar por medio<br />
de saltos de lectura.<br />
Muchos otros poemas merecerían ser<br />
mencionados pero debo concluir esta<br />
breve reseña. Me resta sólo subrayar que<br />
Poesía visual, de Alberto Blanco, nos<br />
hace conscientes de una dimensión de<br />
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