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wilfrido h. corral<br />

98<br />

una degeneración que conduce a una destrucción: la “vida de la mente” es<br />

hoy una industria con árbitros, guardias, sueldos y beneficios. Si esa condición<br />

no desvaloriza necesariamente las ideas, es su realidad material y, como<br />

después de todo los intelectuales son humanos aunque sean celebridades,<br />

pueden llegar a abaratar las ideas o a manipularlas. Ante la discusión anterior<br />

de los vaivenes de su no ficción, para autores latinoamericanos frontales<br />

como él, una pregunta que salta a la vista es qué hacen con la política. Volvamos<br />

a un maestro que reconoce. Como sabemos, Mario Vargas Llosa no deja de<br />

ser un imán para las polémicas sobre cuál debería ser la política de un novelista<br />

hispanoamericano o no, y Serna se ha expresado sobre el tema como pocos,<br />

especialmente si se considera que las reacciones ante los maestros tienden a<br />

ser las venias. Sus ideas acerca de la política del escritor se han acentuado en<br />

la última década en ensayos sobre Vargas Llosa y José Revueltas.<br />

Según Serna, en el folleto Literatura y política el peruano condena en<br />

bloque a los jóvenes novelistas del cambio de siglo inmediatamente pasado<br />

que han decidido rechazar la literatura politizada. A pesar de que ya había<br />

desmontado y destapado la fauna intelectual politizada en El miedo a los animales,<br />

está de acuerdo con los jóvenes, y con Vargas Llosa, pero matiza que las<br />

ideas políticas no están reñidas con la literatura de los jóvenes, sino que a ellos<br />

les parecen insoportables el maniqueísmo y la simplificación en que insisten<br />

algunos de los antiguos narradores. Según el mexicano, los santones de la vieja<br />

izquierda (Eduardo Galeano, Mario Benedetti e incluso Elena Poniatowska, ya<br />

impugnada en El miedo a los animales) “empiezan a ser objeto de escarnio por<br />

su inveterada costumbre de adherirse a las corrientes de opinión que pueden<br />

redituarles mayor popularidad”. 25 Serna tiene razón –como lo prueban varios<br />

pronunciamientos de este siglo de la mexicana y algunas admisiones del recientemente<br />

fallecido uruguayo– y, a la larga, estaría de acuerdo con Vargas<br />

Llosa respecto a la visión que éste tiene de sus coetáneos.<br />

La insuficiencia de varios críticos del peruano puede deberse a que es<br />

imposible de fijar como “conservador”; además, vale la pena hacer notar que,<br />

por enésima vez desde su discurso en Caracas en los años sesenta, a principios<br />

de este siglo instaba a los escritores a tratar la política como antído­<br />

25<br />

Enrique Serna, “La ruptura del compromiso”, en Crítica, Universidad Autónoma de<br />

Puebla, Puebla, julio-agosto de 2004, núm. 105, p. 15.

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