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wilfrido h. corral<br />
92<br />
tir, otra criminalizar a un crítico de la manera más vil. 20 Recordando que es<br />
un error común interpretar la sensibilidad de un autor como reflejo de una<br />
época, su estudio es, como dije, una crítica erudita de la falsedad intelectual<br />
novelizada subjetivamente en El miedo a los animales, algunas de cuyas<br />
fuentes no explica equitativamente en el prólogo a la segunda edición de<br />
Las caricaturas me hacen llorar: “De las rencillas ventiladas en esa sección<br />
extraje algunos rasgos de carácter para dibujar a los personajes de El miedo<br />
a los animales.” 21 Es más, en “Historia de una novela”, escrito el mismo año<br />
que esta novela, se cura en salud. 22<br />
En la época de Las caricaturas… se asentaban los contubernios intelectuales<br />
que lo llevan a escribir Genealogía… Serna sabe que el progreso<br />
de las ideas depende de su pasado, pero como la suya es una genealogía desobediente<br />
requería más de él, por su intención de revelar cómo la inteligencia<br />
imaginada por la crítica desinforma, chantajea, difama y un sinnúmero de verbos<br />
de semántica similar. Genealogía… se concentra en el incumplimiento<br />
de los principios de las humanidades, sin tratar su efecto en aquellos a quie<br />
20<br />
Véase, de Enrique Serna, “Respuesta a César Antonio Molina”, en Letras Libres, 7 de<br />
noviembre de 2014; y la nota anterior de Javier Munguía, “Para el escándalo de artepuristas”,<br />
Letras Libres, 23 de enero de 2014. En la reseña impresa para la misma revista, Armando<br />
González Torres afirma que Serna decepciona como historiador, opinando que “El método<br />
ensayístico de Serna consiste en reconstruir, con colorido y muchas licencias históricas,<br />
distintas atmósferas intelectuales y establecer analogías, a veces reveladoras, entre prácticas<br />
excluyentes y formas de esnobismo muy alejadas en el tiempo”. Hay algo de razón en<br />
este comentario. Pero si se considera el modus operandi de Serna, el énfasis debe ser en sus<br />
analogías reveladoras, que no tienen que apegarse a una estricta historia lineal.<br />
21<br />
Enrique Serna, Las caricaturas me hacen llorar, 2ª. ed., Terracota, México, 2012, pp.<br />
11-16.<br />
22<br />
Aunque la vigencia de la novela es innegable, sigue siendo la fuente de opiniones<br />
encontradas, desde su publicación inicial, cuando en su reseña (Vuelta, Diciembre de 1995,<br />
núm. 229, pp. 44-45) Christopher Domínguez Michael dice: “Tanto le pesa a Serna su impostura,<br />
que escribe textos autopromocionales donde habla de ‘autocrítica’. No hay tal”; hasta<br />
la más académica/primermundista de Hugo Méndez-Ramírez, “Política cultural y eurocentrismo<br />
en El miedo a los animales de Enrique Serna”, Revista Iberoamericana, abril-junio<br />
de 2010, núm. 231, pp. 393-407. Si Méndez-Ramírez trae a colación La Mafia (1968), de Luis<br />
Guillermo Piazza, Domínguez Michael rescata ¡Qué viva México!, de Rubén Salazar Mallén,<br />
también de 1968, que no depende de alusiones o sinónimos. Es un mundo complejo, porque<br />
Carlos Monsiváis, Domínguez Michael y Serna han coincidido en grupos y lugares afines.