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Es la última escena de la temporada,<br />
el último diálogo entre los dos detectives<br />
protagonistas, bajo un cielo tan<br />
estrellado, que pesa sobre sus almas.<br />
Allí uno de ellos sentencia: “me parece<br />
saber quien está ganando”.<br />
Carrère, como se conoce, es también<br />
guionista de televisión y comienza su<br />
última novela, El Reino, precisamente<br />
haciendo referencia a uno de sus trabajos.<br />
Se trata de la serie francesa The<br />
revenants, en la cual participaba como<br />
guionista principal (aunque también nos<br />
cuenta que renunció pronto a ese proyecto).<br />
Como su nombre lo deja entrever, se<br />
trataba de una serie sobre muertos que<br />
regresan. Muertos vivientes, si se quiere,<br />
pero no zombis. Muertos que regresan<br />
físicamente a la vida, reconstituidos a la<br />
perfección. Es decir, regresan no como<br />
fantasmas ni como monstruos, sino como<br />
eran en vida.<br />
Recuerdo una novela de Javier Marías<br />
que trabaja sobre esta cuestión. Sobre la<br />
inconveniencia de ese posible retorno,<br />
incluso cuando fuera deseado por los<br />
dolientes que deja atrás el difunto. En el<br />
caso de The revenants, como lo explica<br />
Carrère, se retorna rápidamente al personaje<br />
reviniente por excelencia: Jesús<br />
de Nazaret.<br />
Esta serie de televisión es el punto<br />
de partida de la novela. Y no es accidental.<br />
Hay algo en esta novela que se<br />
parece a una serie producida por Netflix<br />
o hbo. En realidad, se parece más<br />
a su trastienda, al making off, pues el<br />
autor nos da acceso a su archivo, incluso<br />
al estudio donde, en parte, escribe<br />
este expediente.<br />
La pregunta sobre cómo es posible<br />
que un acontecimiento como la resurrección<br />
(cierta o falsa) de un judío rebelde<br />
puede tener tal grado de influencia en las<br />
personas, dos mil años después de haberse<br />
suscitado, ocupa el centro de la obra.<br />
Para intentar contestarla, Carrère va a<br />
recurrir a una infinidad de elementos<br />
entre los que se encuentran los Evangelios,<br />
decenas de referencias eruditas<br />
–me refiero a estudios especializados<br />
sobre la época– y a su propia experiencia<br />
como cristiano, de la que mantiene<br />
unos diarios.<br />
La primera parte de la novela, que se<br />
instala en París entre 1990 y 1993, se ocupa<br />
del periodo cristiano del narrador (Carrère<br />
mismo). Allí se nos hace saber de<br />
su fuerte formación dentro del catolicismo<br />
y de un personaje curioso, Jacqueline,<br />
su madrina, una culta y devota<br />
cristiana que lo incita a explorar con<br />
profundidad los Evangelios. El narrador,<br />
resuelto a cultivar su espiritualidad,<br />
lee obsesivamente (debería decir<br />
con fe) aquellos textos, aunque en especial<br />
el Evangelio de Juan. Su lectura<br />
es tan minuciosa que consigue llenar<br />
decenas de cuadernos con apuntes diversos,<br />
reflexiones y, sobre todo, citas<br />
del Evangelio.<br />
Nos propone, entonces, una lección<br />
de lectura: “Ejercicio de atención, de paciencia<br />
y de humildad. Sobre todo de humildad.<br />
Porque si se admite, como yo<br />
admití aquel otoño, que el Evangelio no<br />
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