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el sueño de la aldea<br />
París y su madurez en muchas otras<br />
ciudades, algunas más vinculadas a<br />
las mujeres y otras más a los hombres,<br />
Manjarrez se asentó definitivamente en la<br />
Ciudad de México, donde oficia como editor<br />
en la que ha sido su otra casa, era, y<br />
ejerce como profesor en la Universidad<br />
Autónoma Metropolitana, en el campus<br />
Xochimilco. De entre las varias ciudades<br />
que conforman la Ciudad de México,<br />
que a veces se cree la más grande del<br />
mundo, la que lo abriga actualmente<br />
es Tlalpan. En la puerta de su casa,<br />
ubicada rumbo al Ajusco, hay un farol<br />
que parece traído de París y una advertencia:<br />
“Use la aldaba.”<br />
la vanguardia<br />
y el festín del lenguaje<br />
Yo sufrí mucho porque mi “religión<br />
vanguardista” me decía que tenía que<br />
anteponer el lenguaje y el experimento<br />
a la narración. Así fue hasta que<br />
me di cuenta de que no me interesaba<br />
en realidad, lo que me interesaba<br />
era ver qué historias tenía yo en la<br />
cabeza.<br />
–¿Cómo ha sido la experiencia de escribir<br />
su obra a lo largo de casi cinco<br />
décadas?<br />
–He pasado por diferentes fases, no<br />
las tengo muy claras. Acto propiciatorio<br />
lo escribí a los 22 años y se publicó<br />
cuando yo tenía 24. Lo escribí cuando<br />
llevaba ya bastantes años fuera de México<br />
y fuera de mi idioma. O sea, oyendo<br />
a mi alrededor serbio o francés o inglés<br />
o turco o ese idioma parecido pero diferente<br />
que hablan en España. Lo mismo<br />
con Lapsus. En esa época me interesaba<br />
el lenguaje como le interesaba a<br />
casi todos los escritores de los sesenta,<br />
no sólo en español, también en inglés,<br />
como a Nabokov. Me interesaba<br />
qué podía hacer uno con el lenguaje,<br />
cómo podía uno extenderlo, ampliarlo,<br />
flexibilizarlo, rebotarlo, madrearlo.<br />
Qué sé yo. Y después, con los años, lo<br />
que me ha interesado es escribirlo con<br />
la menor cantidad de adornos, lo más<br />
desnudo posible, quitando comas, por<br />
ejemplo (me fascinaban las comas y<br />
los puntos y comas). Antes quería que<br />
el lenguaje fuese novedoso, extraño,<br />
sorprendente. Y ahora quiero que no<br />
se note mucho cómo escribo, escribir<br />
bien sin que se note.<br />
–¿Qué tanto le interesa ahora la<br />
experimentación como se hacía en esa<br />
época?<br />
–En los sesenta preponderaba el estilo,<br />
o lo que se llamó la escritura, para<br />
diferenciarla del estilo, que era y sigue<br />
siendo un engolamiento. Ahora me<br />
interesa siempre que el lenguaje esté<br />
al servicio de lo que estoy narrando.<br />
–Después de que se desvaneció o perdió<br />
importancia esa idea de La Escritura,<br />
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