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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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“Este era mi amo por aquel tiempo, dijo el negro, y el mayortirano conocido, no sólo con sus esclavos sino con su propiafamilia; su mujer había muerto a consecuencia <strong>de</strong> sus maltratos,como todos lo sabíamos bien, <strong>de</strong>jándole una hija, doñaEleuteria, que es la señora <strong>de</strong> la piragua. Don Pedro se mostrabatan cortés con los forasteros que nadie hubiera podido sospecharsus crueles instintos, y recibió a don Luis con las mayoresmuestras <strong>de</strong> solicitud, dispensándole todo género <strong>de</strong> atenciones;en realidad se alegraba <strong>de</strong> que alguien le hiciera compañía, puesaunque su mucha influencia con el gobierno le permitiese conservarsu cargo, pocos <strong>de</strong> sus compatriotas gustaban <strong>de</strong> acercárselea causa <strong>de</strong> su mal genio. Don Luis recuperó en breve lasalud gracias al templado clima <strong>de</strong> Cuenca y constantementesalía por la noche con doña Eleuteria, entreteniéndose en tocarflauta en un platanal situado frente a la casa. Nosotros los esclavos,aunque sin darnos por entendidos <strong>de</strong> lo que veíamos, losobservábamos con frecuencia mientras paseaban a la luz <strong>de</strong> laluna, mucho <strong>de</strong>spués que don Pedro se había retirado a dormir.“Cierta maldita noche, sea que a don Pedro le hubiesen dadoaviso <strong>de</strong> aquellas citas, sea que llegase a sospecharlas, cosa quenunca pu<strong>de</strong> averiguar, vigiló a su hija y la sorprendió paseandocomo <strong>de</strong> costumbre con don Luis a altas horas <strong>de</strong> la noche.Como yo era uno <strong>de</strong> los peones <strong>de</strong> la hacienda y vivía en un ranchoconstruido entre 1as matas <strong>de</strong> plátano, para evitar que losmonos se robaran la fruta, pu<strong>de</strong> darme cuenta <strong>de</strong> todo. Nunca vitan colérico a don Pedro; pues aunque era bien sabido que sepreocupaba muy poco por su hija ni por nadie, excepto élmismo, el <strong>de</strong>specho le hacía per<strong>de</strong>r los estribos ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>que un extranjero y prisionero por añadidura, presumiese galantearla.Vanas eran las protestas <strong>de</strong> don Luis sobre la rectitud <strong>de</strong>sus intenciones, porque Pacheco le echaba en cara su carácter <strong>de</strong>contrabandista francés, digno <strong>de</strong> que le hubiesen ahorcado en laantena <strong>de</strong> su propio navío, y concluyó por or<strong>de</strong>narle que salieseal punto <strong>de</strong> la hacienda y no intentase nunca volver por allí;luego hizo entrar a su hija, tratándola con aspereza y jurando133

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