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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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Valencia, La Victoria y <strong>de</strong>más poblaciones <strong>de</strong> los Valles <strong>de</strong>Aragua. Al propio se le llamó <strong>de</strong> nuevo y se le or<strong>de</strong>nó prepararsepara que regresara inmediatamente a Betolles, con <strong>de</strong>spachosdirigidos a Calzada, a quien se le mandaba atravesar el Apurepar Nutrias y seguir a San Carlos, a través <strong>de</strong> Obispos en la alta<strong>Barinas</strong>.Los jefes abandonaron luego el Consejo, y se trasladaron asus cuarteles para dictar las usuales ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> marcha a sus respectivasdivisiones. Divulgada rápidamente la noticia, tanto laplaza como el campo <strong>de</strong> revista a orillas <strong>de</strong>l Apurito, se vieroninvadidos por grupos <strong>de</strong> oficiales que censuraban la medida conla libertad que suele usarse en un campamento. EI joven LaTorre, bien informado <strong>de</strong> la opinión <strong>de</strong> su padre cuanto a la conveniencia<strong>de</strong> que el ejército invernase en Achaguas, opinión queél compartía cordialmente, no pudo contener su indignación.“¡Bonito cuento vamos a contar cuando regresemos <strong>de</strong> nuestracampaña a Caracas! ¡Realmente las armas <strong>de</strong> Su MajestadCatólica han adquirido nuevo brillo durante su visita a losLlanos! Es cierto que Sancho Panza, el más sentencioso <strong>de</strong> losescu<strong>de</strong>ros, dice:“Do quieren los Reyes van las leyes”, pera yo creo que a nosotrosno nos queda otro camino sino ensillar y coger las <strong>de</strong>Villadiego. ¡Voto a tal! que si yo hubiera tenido voz en el asuntonos mantendríamos aquí por lo menos hasta la primavera.También parece que a Calzada lo rechazaron en esa malditaCordillera <strong>de</strong> que tanto se habla, pues así lo pongo en claro porla cara <strong>de</strong> su ayudante, el andaluz Ortega, aunque él se muestratan impenetrable como un Padre Confesor.”En esto La Torre fue interrumpido por su sargento, quien lepresentó el libro <strong>de</strong> ór<strong>de</strong>nes para que lo pasase por la vista.“¡Bien pue<strong>de</strong> llevarse su libro, Rodríguez! Adivino lo quedice. Salimos mañana para el norte, ¿no es eso?”El sargento inclinó la cabeza en señal <strong>de</strong> asentimiento, perohizo hincapié en que allí había una or<strong>de</strong>n especial que concerníamuy <strong>de</strong> cerca a “su merced don Pedro.”294

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