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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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Pues al llegar el jefe a su mandoLos llenará <strong>de</strong> gloria y valor.No <strong>de</strong>smayen al soplar el viento!Los chubascos no hay que temer!Voguemos llenos <strong>de</strong> contento,Des<strong>de</strong> el alba hasta el anochecer.”(5)Páez, que yacía tendido a todo lo largo bajo el toldo <strong>de</strong> la flechera,prestaba poca atención al canto <strong>de</strong> los canoeros, pues suespíritu vagaba por otras regiones, lamentando los instantes <strong>de</strong>inactividad que necesariamente <strong>de</strong>berían transcurrir antes que elpudiese hallarse en condiciones <strong>de</strong> vengar en los invasores laspenalida<strong>de</strong>s que infligían a su país. Sin embargo, Panchito, supaje había oído y comprendido muy bien el vago anuncio hechopor los indios, <strong>de</strong> la aproximación <strong>de</strong> un chubasco, uno <strong>de</strong> esoshuracanes menos intensos que suelen arrostrarse en el Orinoco,especialmente en el solsticio <strong>de</strong> verano.Aunque el chico, a caballo o en combate, poseía completaimpavi<strong>de</strong>z, no estaba exento <strong>de</strong> las supersticiones <strong>de</strong> sus compatriotaslos llaneros, quienes consi<strong>de</strong>ran el canto, mientras senavega, como un reto a la provi<strong>de</strong>ncia; a<strong>de</strong>más sentíase fuera <strong>de</strong>su elemento en el ancho Orinoco, don<strong>de</strong> el saber nadar nopodría salvarlos a él ni a su jefe, caso <strong>de</strong> ocurrirle a la Flecheracualquier acci<strong>de</strong>nte imprevisto, pero como Páez no parecíadarse cuenta alguna <strong>de</strong>l aspecto nebuloso <strong>de</strong>l cielo, ni <strong>de</strong> lasrepentinas y violetas ráfagas que habían sucedido a las bonanciblesbrisas <strong>de</strong> la mañana, el paje se creyó en el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> guardarsilencio, prefiriendo <strong>de</strong>sechar cualquier aprensión que pudieseasaltarle, antes que correr el riesgo <strong>de</strong> incurrir en un regaño siturbaba las meditaciones <strong>de</strong> su jefe.A medida que la Flechera se alejaba <strong>de</strong> la margen iba enaumento la violencia <strong>de</strong>l temporal que batía con el curso <strong>de</strong> lacorriente; un oleaje repentino comenzó a levantarse a tanta alturaque a veces bañaba la cubierta, mientras el empuje <strong>de</strong>l vien-154

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