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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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“El Cura <strong>de</strong> Cheva, en cuyo hogar fui recibido hospitalariamente,trató en vano <strong>de</strong> hacerme <strong>de</strong>sistir <strong>de</strong> mi resolución, contodos los argumentos que pudo imaginar. Ya podía darme exactacuenta <strong>de</strong> que el intento <strong>de</strong> atravesar las montañas tropezaríacon riesgos consi<strong>de</strong>rables, aunque aun no comprendiese toda sumagnitud, pero entonces era joven y me avergonzaba <strong>de</strong> retroce<strong>de</strong>r,habiendo llegado tan lejos en mi viaje. A<strong>de</strong>más, los fondoscon que me habían provisto mis padres casi estaban agotadospor las compras indispensables que tuve que hacer y por losmismos gastos <strong>de</strong>l camino, no obstante su modicidad, <strong>de</strong> modoque no me hubieran permitido permanecer don<strong>de</strong> me encontrabahasta el retorno <strong>de</strong> la primavera. En consecuencia resolvíarrostrar a todo evento el páramo <strong>de</strong> Pisba y aproveché la ocasión<strong>de</strong> seguir con una tribu errante <strong>de</strong> indios cachiríes, queemprendían el paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s con el objeto <strong>de</strong> invernar en lastempladas llanuras <strong>de</strong> Casanare.“Habiendo hecho regular acopio <strong>de</strong> arepas y carne <strong>de</strong> venadoseca, salí <strong>de</strong> Cheva con mi peón Julián y como cerca <strong>de</strong> veintecachiríes, acompañados <strong>de</strong> sus mujeres e hijos. Después <strong>de</strong>tres días <strong>de</strong> viaje, subiendo y bajando las filas inferiores <strong>de</strong> laCordillera, durante los cuales tuvimos que pasar varios torrentescasi inva<strong>de</strong>ables, llegamos a uno <strong>de</strong> esos puentes colgantes, llamadostarabitas, con el cual no conté nunca en mis cálculos.Jamás había visto una <strong>de</strong> esas peligrosas maromas para franquearlos precipicios <strong>de</strong> las montañas y aunque a menudo oíhablar <strong>de</strong> ellas nunca pu<strong>de</strong> forjarme una i<strong>de</strong>a precisa <strong>de</strong> su terribleaspecto.“El abismo opuesto ante nosotros medía en su anchura comoun tiro <strong>de</strong> ballesta; y a juzgar por la vertiginosa pendiente <strong>de</strong> susrocosos flancos, parecía haber sido abierto por uno <strong>de</strong> esosterremotos formidables que suelen conmover en su asiento lamisma gigantesca Cordillera. Por el fondo <strong>de</strong> la misma rompíasu curso un torrente montañero, visible <strong>de</strong>l todo porque su espumaproducía abajo el “crepúsculo <strong>de</strong>l abismo”, bien que su rugidoapenas se percibiese a semejante distancia; en los flancos79

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