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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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que si no veía probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que pudiesen efectuar en brevesu propio rescate los agregaba a la lista, para lo cual su arbitrioy antojo constituían autoridad suficiente. Así pues, convinimosen esperar la ocasión porque temíamos que si intentábamosacercarnos a él en otra circunstancia, se agotarían nuestro fondospor la avaricia <strong>de</strong> los subalternos, a quienes <strong>de</strong>bíamos dirigirnosen primer término, sin que por último obtuviésemos ventajaalguna con nuestros sacrificios, como les había ocurridomás <strong>de</strong> una vez a infelices prisioneros, robados así bajo diversospretextos, hasta caer por fin entre otras víctimas <strong>de</strong>l bárbarosistema <strong>de</strong> la Guerra a Muerte.“A los pocos días llego la or<strong>de</strong>n fatal que con<strong>de</strong>naba a docepatriotas a la última pena, cuatro <strong>de</strong> las cuales figuraban en elnúmero <strong>de</strong> los recluidos en la Guardia <strong>de</strong> Prevención, mientraslos restantes estaban en diversas celdas <strong>de</strong> las casamatas. Elayudante <strong>de</strong> la fortaleza entró en la sala <strong>de</strong> guardia, seguido <strong>de</strong>varias hileras <strong>de</strong> soldados y haciéndonos arrodillar a todos, leyóen alta voz la sentencia <strong>de</strong> la corte marcial <strong>de</strong> Caracas.Concluida la ceremonia, nuestros cuatro compañeros, cuyosnombres estaban inscritos en el fallo, fueron conducidos a unapequeña celda, llamada capilla, que contenía un altar con ungran crucifijo, alumbrado con cirios; la celda estaba bien resguardadacon barrotes y centinelas. Cuatro frailes <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n<strong>de</strong> la Merced recibíanlos a la puerta, con el fin <strong>de</strong> confesarlos yprepararlos para la ejecución <strong>de</strong> la sentencia, que <strong>de</strong>bía efectuarseaquella tar<strong>de</strong> a la puesta <strong>de</strong>l sol.“Poco <strong>de</strong>spués recibimos or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> presentarnos al comandantey se nos condujo a su resi<strong>de</strong>ncia, en una esquina <strong>de</strong>lcampo <strong>de</strong> parada, bajo fuerte escolta, aunque sólo éramos ochopor todos y a<strong>de</strong>más llevábamos pesados y dobles grillos. Se nosintrodujo en un patio <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la casa, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se nos llamóuno por uno a intervalos <strong>de</strong> pocos minutos; a mi me toco ser elúltimo <strong>de</strong> la lista y cuando hubo llegado mi turno condujéronmea un cuarto, don<strong>de</strong> el comandante (gallego viejo que se habíalevantado <strong>de</strong> las filas a su actual situación, tras largo servicio en238

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