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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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alsas río abajo, pues su fuerza era tanta que resistía los esfuerzos<strong>de</strong> los que en la canoa trataban <strong>de</strong> remolcarlas hacia el <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro;por lo cual algunos viéronse arrastrados con lostrozos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y cayeron al agua, perdiéndose vidas, armas ymuniciones.Entretanto la retaguardia, apoyada por dos piezas <strong>de</strong> artillería,sosteníase impávidamente contra el asalto <strong>de</strong> los jinetes, sintratar <strong>de</strong> retirarse hasta que las <strong>de</strong>más tropas hubieron atravesadoel río; el oficial que la mandaba comenzó entonces a retirarpoco a poco su gente, pero los asaltantes advirtieron pronto lamerma <strong>de</strong> su número y la consiguiente disminución <strong>de</strong> sus fuegos,<strong>de</strong> modo que echando pie a tierra y penetrando en el bosqueun piquete <strong>de</strong> los carabineros <strong>de</strong> Rangel, la posición fue yainsostenible. Profirióse el fatídico ¡Huya quien pueda! y todosse precipitaron a la orilla, presas <strong>de</strong>l pánico, para coger puestoen las balsas; era inútil que los oficiales se empeñasen en reunirloscon exhortaciones o amenazas, porque el clamoreo y eltumulto habían llegado a tal extremo, que apagaban sus voces.En aquel instante, oyéronse en el bosque los clarines <strong>de</strong> laGuardia <strong>de</strong> Honor y Páez avanzó a la cabeza <strong>de</strong> sus lanceros conel bien conocido y espantoso grito <strong>de</strong> ¡Mueran los Godos! Ya nohubo lugar a vacilaciones; los soldados en retirada que se manteníanmás cerca <strong>de</strong>l río, lanzáronse al agua o el apretamiento <strong>de</strong>la muchedumbre los precipitó por las escarpadas orillas, pereciendola mayor parte <strong>de</strong> ellos en la corriente. Los restantes ofueron alanceados, mientras estaban en montón, o trataron envano <strong>de</strong> salvarse dispersándose en el bosque, don<strong>de</strong> cayeron unoa uno, bajo las carabinas <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> Rangel. Los jinetes <strong>de</strong>Páez atropellábanse en torno <strong>de</strong> su jefe, ávidos porque se lespermitiera atravesar el río para perseguir la retaguardia española,pero aquél estaba ya satisfecho con la ventaja adquirida en lajornada, relativamente a mínimo costo, y or<strong>de</strong>nó que la caballeríase retirase <strong>de</strong>l bosque para vivaquear por la noche en la sabana.Luégo llamó a Andrés Castro, quien se había ensayado aqueldía a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> su tío Silvestre y con tanto ímpetu, que atra-249

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