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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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la población, excepto la nuestra; sus visitas aterrorizaban aJacinta, hasta que al fin se acostumbró a verlo y se convenció <strong>de</strong>que era inofensivo. Por lo común iba a la choza antes <strong>de</strong> rayarel día y sentábase sin <strong>de</strong>cir palabra ni fijarse absolutamente ennadie. Jacinta, sin embargo, comprendía el motivo <strong>de</strong> sus visitasy siempre le entregaba el niño, que él, con mucha calma, sosteníaen brazos, hasta que se iba al monte con las primeras luces<strong>de</strong>l alba.“Ya convencidos el alcal<strong>de</strong> y el Cura <strong>de</strong> que no lograríaninducirlo a vivir bajo techo, <strong>de</strong>sistieron <strong>de</strong> importunarlo, contentándosecon hacer que el negro llevase viandas todas lasnoches para <strong>de</strong>positarlas sobre la tumba; alimentos que, si enefecto probaba don Luis, era con tanta frugalidad, según elnegro, que apenas podía advertirse, por don<strong>de</strong> todos creían quesólo se alimentaba <strong>de</strong> frutas silvestres, y huevos <strong>de</strong> tortuga,cogidos entre las arenas <strong>de</strong> la playa. Cosa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un año <strong>de</strong>la muerte <strong>de</strong> doña Eleuteria suspendió <strong>de</strong>l todo las visitas a suhijo, y aunque Jacinta y yo solíamos ir a media noche para sabersi visitaba la tumba, no le volvimos a ver. Al propio tiempo <strong>de</strong>sapareció<strong>de</strong>l embarca<strong>de</strong>ro una pequeña canoa, por lo cual sesupuso que habría huido <strong>de</strong> Caicara en un rapto <strong>de</strong> locura y quecon toda probabilidad se hubiera ahogado en la Boca <strong>de</strong>lInfierno, más abajo <strong>de</strong> las Piedras. El negro que había venidocon él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cuenca, registró leguas y más leguas, los bosquescircunvecinos, pero todo en vano; a<strong>de</strong>más continuó al servicio<strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> e iba todos los días a nuestro rancho para ver a suamito, a quien el Cura, en memoria <strong>de</strong>l padre, bautizó con elnombre <strong>de</strong> Luis.“Llegado que hubo el chico a la edad <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r, el PadreCura cuidó <strong>de</strong> darle educación, y aunque Luisito pasaba a diarioalgunas horas casa <strong>de</strong> su maestro, éste no pudo <strong>de</strong>cidirlonunca a abandonar la cabaña <strong>de</strong> su nodriza Jacinta, como tampocohubiera sido fácil persuadirla a ella para que se <strong>de</strong>sprendiese<strong>de</strong>l muchacho, porque lo amaba con tanta ternura como sifuese hijo suyo.139

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