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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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Andrés Castro, que era el más joven <strong>de</strong> la impertérrita partida,asió uno <strong>de</strong> los largos bejucos que colgaban <strong>de</strong> un árbol cercanoy trepó rápidamente por él hasta situarse encima <strong>de</strong> la guarida;luego, sosteniéndose con una sola mano, manejó su lanzacon la otra <strong>de</strong> modo tan eficaz que los aullidos <strong>de</strong> los cachorrosse pudieron oír, aun en medio <strong>de</strong>l alboroto formado por los mastinesy cazadores. Al punto la madre dio frente para proteger ovengar a sus hijos y entonces los perros más <strong>de</strong>lanteros aprovecharonla ocasión <strong>de</strong> precipitarse por la entrada en abandono,seguidos <strong>de</strong> tantos otros como encontraron campo para hacerla,y pronto redujeron a pedazos la manada <strong>de</strong> fieras.Los excursionistas buscaron luego la restante, y al parecerpor sus ladridos, más numerosa muta <strong>de</strong> perros, con la cual dieronreunida en torno a un caujaro, en cuya proximidad no existíabreña alguna. En las ramas inferiores, pero fuera <strong>de</strong>l alcance<strong>de</strong> los sabuesos, se hallaban sentados un tigre y una tigra, que alverse ante los perros buscaron semejante asilo, don<strong>de</strong> hubieranpermanecido seguros, a no ser por la llegada <strong>de</strong> sus más formidablesenemigos, los cazadores. La partida encontró allí nuevoobstáculo, porque era un riesgo harto impru<strong>de</strong>nte acercarsehasta don<strong>de</strong> pudiera hacerse uso <strong>de</strong> la lanza, como que las fierasal ser heridas habría saltado <strong>de</strong> modo inevitable sobre susagresores, probablemente hiriéndolos <strong>de</strong> gravedad antes que selograra exterminarlas.Castro i<strong>de</strong>ó entonces otro expediente que tuvo buen éxito y lemereció la aprobación <strong>de</strong> Páez, con gran contento <strong>de</strong> su tío; salió<strong>de</strong>l bosque por unos instantes, y regresó con dos lazos, que leproporcionaron sus compañeros en la sabana; con ellos colgadosa los hombres trepóse a un árbol vecino al que ocupaban lostigres y ganando las guías situadas inmediatamente sobre ellosenlazólos con facilidad uno tras otro; luego arrojó los cabos <strong>de</strong>los lazos a su tía y a Carvajal, pasando las sogas por sendasramas en horqueta; los cazadores en tierra arrancaron a los jaguares<strong>de</strong> sus asientos, a pesar <strong>de</strong> obstinada resistencia y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>lancearlos <strong>de</strong>járonlos caer entre los perros que en breve pusieron201

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