Juventudes latinoamericanas
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<strong>Juventudes</strong> <strong>latinoamericanas</strong><br />
en la vulnerabilidad de su condición y, posiblemente, consolidando y<br />
recreando formas de desigualdad.<br />
Estas conceptualizaciones presentes a la hora del diseño de los programas<br />
pareciera impedir que los mismos sean lo suficientemente flexibles<br />
como para considerar la heterogeneidad de formas de ser joven así<br />
como la diversidad de situaciones englobadas bajo lo que suele conceptualizarse<br />
como “juventud en riesgo” y dificultades para la búsqueda de<br />
trabajo a partir de cuestiones como la segregación urbana derivada de las<br />
dificultades que tiene para circular por zonas de la ciudad alejadas de sus<br />
barrios (Saravi, 2004) 42 . Por lo general, estos jóvenes ya tuvieron contacto<br />
con instituciones y programas de diverso tipo que suelen tender a homogeneizarlos<br />
perdiendo la capacidad de generar instancias atractivas,<br />
adaptadas a las necesidades singulares, sin por ello dejar de tener una<br />
cobertura amplia. El diseño del PJMMT encubre cuestiones más acuciantes:<br />
que los programas funcionan como reservorio de mano de obra<br />
poco calificada para mantener a los jóvenes alejados de otras opciones<br />
de obtención de ingresos, como pueden ser las actividades delictivas. La<br />
figura del precariado como nueva clase social emergente sugerida por<br />
Guy Standing (2013) para los jóvenes europeos, que no sólo sufren de<br />
inseguridad en el empleo, sino también la inseguridad identitaria y la<br />
falta de control de tiempo adquiere cierta resonancia en este caso. Si bien<br />
Standing describe al precariado como un aglomerado de varios grupos<br />
sociales diferentes, en particular los inmigrantes, jóvenes con formación<br />
y los antiguos trabajadores industriales y el contexto en el presenta su<br />
reflexión es claramente diferente al que estudiamos, es plausible sostener<br />
que el examen de programas como el PJMMT brinda elementos para<br />
reflexionar sobre las características de las políticas públicas para jóvenes<br />
en la actualidad y, fundamentalmente, las (des) articulaciones entre<br />
educación-mercado de trabajo y los itinerarios juveniles.<br />
Finalmente, al igual que demostraron investigaciones realizadas<br />
en programa educativos dirigidos a sectores vulnerables, los jóvenes<br />
que participan son, en su mayoría, quienes ya cuentan con un conjunto<br />
de soportes que los lleva a tomar parte en distintas actividades, sea<br />
por el acompañamiento familiar, de la pareja, porque participan o se<br />
encuentran vinculados con distintas instituciones (Nobile, 2014). Asimismo,<br />
es preciso resaltar que la experiencia recabada muestra que la<br />
mera inclusión económica no funciona per se como motor que genere<br />
42 Un riesgo similar emerge ante las políticas que parten del diagnóstico de los jóvenes<br />
NI-NI, que, tal como demostró Saravi (2003) unos años atrás y el Documento<br />
de Políticas Públicas elaborado recientemente por Cippec es preciso desagregar para<br />
poder dar cuenta de la diversidad de situaciones así como de las componentes que se<br />
engloban bajo dicha caracterización ya que por ejemplo en el caso de la Provincia de<br />
Buenos Aires considerado por Cippec (2014) la mayoría son mujeres, madres y pobres.<br />
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