Juventudes latinoamericanas
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<strong>Juventudes</strong> <strong>latinoamericanas</strong><br />
muchos casos estaban exageradamente cargados de posturas ideológicas<br />
y políticas (de diverso signo) pero que aportaban poco en términos<br />
de comprensión científica de este particular “objeto de estudio”. En el<br />
mismo sentido, pudimos corroborar la superación (al menos parcial)<br />
de una visión dominante que miraba a LA juventud como un grupo<br />
homogéneo (asumiendo que los jóvenes eran, fundamentalmente, los<br />
estudiantes), trabajando para caracterizar con la mayor precisión posible<br />
otros sectores juveniles, centrando la mirada –sobre todo– en la<br />
juventud popular urbana, denominada por aquella época como “la otra<br />
juventud”. Ya los jóvenes rurales no tenían la prioridad que tuvieron<br />
en los años cincuenta (por ejemplo) y todavía eran muy pocos los estudios<br />
centrados en las mujeres jóvenes (el lenguaje utilizado, incluso,<br />
no tenía perspectiva de género); los estudios sobre jóvenes indígenas o<br />
afrodescendientes, por su parte, eran prácticamente inexistentes.<br />
Desde entonces, se han ido acumulando muchos esfuerzos analíticos<br />
de gran rigurosidad y amplitud de miras (al menos en la comparación<br />
con los estudios previos) pero en la mayor parte de los casos, los<br />
estudios siguieron centrándose en el análisis de los principales datos<br />
“objetivos”, concentrando la atención en los niveles educativos de las<br />
nuevas generaciones y en su inserción laboral, al tiempo que –en menor<br />
medida– también se incorporaban datos sobre temas de salud adolescente,<br />
pero será recién en los años noventa, cuando comenzarán a<br />
desarrollarse algunos estudios sobre las “subjetividades” juveniles, centrando<br />
la mirada en la participación política de las nuevas generaciones<br />
y en la aparición de nuevas expresiones juveniles (diferentes a los movimientos<br />
estudiantiles) observando fundamentalmente algunas expresiones<br />
culturales (hip-hop, grafiti, etc.) y algunos nuevos “movimientos”<br />
juveniles, vinculados a diversas expresiones de violencia (chavos banda,<br />
pandillas, maras, gangues, etc.). En cualquier caso, las investigaciones<br />
seguían estando abrumadoramente concentradas en la realización de<br />
“diagnósticos” de situación de la población joven, con una casi nula<br />
atención a la dinámica de las políticas públicas correspondientes. Algunos<br />
de los libros de mayor impacto en aquella época son, seguramente,<br />
el mejor ejemplo de lo que estamos diciendo, destacándose –en particular–<br />
el “Primer Informe sobre la Juventud Iberoamericana 1990” 2 ,<br />
publicado en 1991 por la entonces Conferencia Intergubernamental sobre<br />
Políticas de Juventud en Iberoamérica, institucionalizada luego –en<br />
1992– en la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ).<br />
2 Redactado por Ernesto Rodríguez y Bernardo Dabezies, el libro fue pionero en la<br />
presentación de una visión de conjunto sobre estos temas. Recién en el año 2000, la<br />
CEPAL publicaría un libro de similares características, titulado “Juventud, Población<br />
y Desarrollo en América Latina y el Caribe” (disponible en www.cepal.org) en cuya<br />
redacción también tuve el privilegio de participar activamente.<br />
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