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LEER PARA VIVIRLA<br />

<strong>Lectura</strong> y Familia<br />

Pedro López Martínez<br />

Quiero comenzar partiendo <strong>de</strong> una obviedad: cuando los seres humanos somos<br />

arrojados <strong>de</strong>l confortable útero <strong>de</strong> <strong>la</strong> madre y manos extrañas cortan el cordón<br />

que nos vincu<strong>la</strong>ba a su sangre, ni conocemos los signos ni los necesitamos<br />

para seguir respirando el aire nuevo <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, y esto porque, por <strong>de</strong>fi nición, <strong>la</strong><br />

razón <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> cualquier signo no es otra que signifi car, o lo que es lo mismo,<br />

representar <strong>de</strong> otra forma una parce<strong>la</strong> <strong>de</strong> mundo, traducir a un código paralelo <strong>la</strong><br />

realidad circundante, poner cierto or<strong>de</strong>n en el bazar <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que percibimos<br />

a través <strong>de</strong> nuestros sentidos. Pero resulta que en aquel instante originario, y<br />

quizás en <strong>la</strong>s primerísimas horas o días <strong>de</strong> <strong>la</strong> existencia, ese mundo inmediato y<br />

<strong>la</strong> realidad que lo contiene todavía se bastan a sí mismos en <strong>la</strong> plenitud adánica<br />

<strong>de</strong>l ser, no precisan <strong>de</strong> ningún auxilio externo porque tampoco necesitan <strong>de</strong>cirse;<br />

para el bebé, cada nueva cosa que va percibiendo es exactamente lo que es y<br />

no consiente que se le adjudique ningún mote, ninguna etiqueta, cada objeto y<br />

cada estímulo se postu<strong>la</strong>n ante <strong>la</strong> criatura siendo en sí mismos y por sí mismos,<br />

sin noción <strong>de</strong> tiempo ni <strong>de</strong> espacio, con una certeza fundamental que repudia <strong>la</strong><br />

intervención <strong>de</strong> esos intermediarios que sin embargo ya acechan, los signos.<br />

Y ahora, si me lo permiten, voy a continuar con otra obviedad que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> aquél<strong>la</strong>: durante <strong>la</strong>s primeras semanas y meses, los hombres y <strong>la</strong>s<br />

mujeres nos vamos empapando <strong>de</strong> gestos y sonidos propagados por los rostros<br />

<strong>de</strong> los seres más próximos, sonidos y gestos que luego tratamos <strong>de</strong> imitar y<br />

que fi nalmente repetimos ante el regocijo unánime <strong>de</strong> los ojos que nos miran,<br />

orgullosos y cómplices, porque en ese acto refl ejo confi rmamos que estamos<br />

aprendiendo <strong>la</strong> correspon<strong>de</strong>ncia entre los signos y <strong>la</strong> parce<strong>la</strong> <strong>de</strong> realidad que<br />

los signos signifi can, y ello aunque no sepamos aún que ese breve balbuceo <strong>de</strong><br />

sonidos primigenios pue<strong>de</strong> quedar registrado mediante extraños dibujitos que<br />

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