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Conceptos básicos<br />
Desde una concepción más contemporánea, la lectura y la escritura<br />
se entienden como actividades complejas en las que los seres<br />
humanos actúan en conexión con y por mediación de artefactos semióticos<br />
—los textos— que son, a su vez, producto y objeto de una<br />
actividad compleja previamente ocurrida. La condición de complejidad<br />
atribuida a las actividades de lectura y escritura supone la resistencia del<br />
fenómeno a ser reducido a una de sus dimensiones y, por ende, representa<br />
una dicultad para su entendimiento. En otras palabras, “una cosa<br />
es más compleja entre más difícil sea de comprender” (érien, 2005,<br />
p. 43), razón por la cual, no es posible reducir la diversidad de aspectos<br />
de tales “objetos” a una sola mirada, a una sola observación que agote<br />
todas sus aristas.<br />
En concordancia con la diversidad de miradas disciplinarias sobre<br />
la lectura y la escritura elaboradas, en especial, durante los dos últimos<br />
siglos, es posible aceptar la validez de armaciones desde distintas perspectivas:<br />
histórica, psicológica, sociológica, antropológica, económica y<br />
lingüística, entre otras, que pueden funcionar de manera complementaria<br />
entre sí.<br />
Desde una perspectiva histórica, por ejemplo, resulta claro que “el<br />
lenguaje escrito es un producto de la historia cultural y no un resultado de<br />
la evolución biológica” (Anderson & Teale, 1986, p. 272). Esto es posible,<br />
porque se acepta que la cultura escrita es una característica solo atribuible<br />
a la especie humana y al desarrollo de sus capacidades intelectuales<br />
objetivadas en artefactos simbólicos y abstractos, como los sistemas de<br />
notación alfabéticos. Su aparición está ligada a necesidades especícas<br />
del ser humano, entre las cuales se destaca compartir con otras personas en<br />
otros tiempos y espacios y su herencia de ideas y conocimientos.<br />
A esta consideración etiológica de la cultura escrita, que la vincula<br />
a la historia cultural de las sociedades, se suma la condición de dependencia<br />
relativa de los usos del lenguaje escrito, según el grado de desarrollo y<br />
las instituciones propias de cada sociedad. Desde la perspectiva que nos<br />
brinda la sociología sobre la lectura y la escritura, estas prácticas deben<br />
analizarse en relación con los patrones culturales o sistemas de acción