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En la foto de la de<strong>re</strong>cha, y desde el encabezado de pocas y grandes<br />
letras que llama la atención, la <strong>re</strong>vista norteamericana Life alerta (1961)<br />
de la amenaza que <strong>re</strong>p<strong>re</strong>sentan, para la abstracción bautizada como “la<br />
estabilidad”, los “bravos y armados” mineros bolivianos. Tal advertencia<br />
se ilustra con un minero que hubo de atender con la mirada a la cámara<br />
y sostener a la vez con gravedad y delicadeza, siete latas <strong>re</strong>elaboradas<br />
como explosivos caseros, cada una de las cuales lleva una corta pero fi rme<br />
mecha de dinamita. Pero el minero no está en disposición beligerante<br />
sino dando cuenta para quién “informa” de sí mismo, y que ellos, porque<br />
evidentemente no son para uso individual los cartuchos que apenas puede<br />
cargar, están dispuestos a defenderse con lo que los hace semejantes. Los<br />
explosivos ocupan la posición central de la foto porque están allí para ser<br />
exhibidos; el cuidado que pone el minero es el de no que<strong>re</strong>r ser excluido<br />
como clase, de la historia política nacional. Su <strong>re</strong>al defensa consiste, en<br />
este caso, en cambiar desde su historia de productor de estaño esa materia<br />
del mundo <strong>re</strong>vestida por el capitalismo (leche importada, en latas, que<br />
llegaba como otros alimentos, a las despensas de las “pulperías” mientras),<br />
en medios para defender lo que los trabajado<strong>re</strong>s bolivianos han<br />
ap<strong>re</strong>ndido a lo largo de su dura historia a llamar, de manera rigurosamente<br />
materialista, sus condiciones de vida. Es también algo autobiográfi co,<br />
aunque mediado por la violencia del signifi cante: “Yo soy incluye todo<br />
lo que me ha hecho ser de esta forma” (Berger, 1980:50).<br />
La foto del minero cargado de explosivos contiene un desorden humano<br />
que el encabezado quie<strong>re</strong> suprimir interp<strong>re</strong>tándolo de manera <strong>re</strong>ductiva<br />
para que no diga mucho, o lo que es igual, no detenga demasiado<br />
la mirada que es lo que aquí ejercitamos. Para 1961, año de las fotos<br />
arriba expuestas, Life tenía casi veinticinco de experiencia en negarse<br />
a mostrar fotos que “hablaran demasiado” y sugirieran otro sentido que<br />
el de la letra. Por eso censuró las fotos de André Kertész a su llegada<br />
a los Estados Unidos en 1937. Kertész, como quienes demuestran el<br />
verdadero arte de la fotografía quitándole su carácter de <strong>re</strong>p<strong>re</strong>sentación<br />
y exp<strong>re</strong>sando con las fotos no un signo sino la cosa misma, operaba con<br />
una fuerza de expansión metonímica de lo que fotografi aba, similar a<br />
lo que René Zavaleta llamó “el efecto de irradiación” de la clase ob<strong>re</strong>ra<br />
sob<strong>re</strong> el conjunto de clases de la sociedad; no solamente ideología sino<br />
algo ideológico, ideología con efectos de <strong>re</strong>alidad. En una foto tomada<br />
en Hungría (1921), llamada La balada del violinista (ciego, guiado por<br />
un chiquillo), lo que Barthes <strong>re</strong>tiene es la tierra batida, la calzada rugosa<br />
ZAVALETA: NARRATIVIDAD AUTOBIOGRÁFICA Y SOCIALISMO LOCAL<br />
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