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y sigue siendo leerlo. Lo que diré pues está anclado en la lectura. Esa<br />
actividad y ese hábito que en su complejidad apunta, a veces <strong>re</strong>vela, lo<br />
que es un pensamiento. Ese acto que es una inmersión y un ensayo de<br />
distanciamiento. Cuando lo hacemos no andamos buscando genealogías<br />
intelectuales, ni aplicaciones de la metodología de las ciencias sociales,<br />
ni explicaciones causales de los fenómenos; hay en ella un momento de<br />
comp<strong>re</strong>nsión, de inclusión en la vorágine del autor y de placer del texto<br />
(o por el texto). Y a la vez, cuando se trata de un ensayista como c<strong>re</strong>o<br />
que por sob<strong>re</strong> todo es René, hay que hacer el esfuerzo por distinguir y<br />
por aislar, en la corriente de su pensamiento –para decirlo con acento de<br />
principios de siglo–, en la urdimb<strong>re</strong> de sus metáforas y de sus oraciones<br />
polisémicas, las interp<strong>re</strong>taciones y las suge<strong>re</strong>ncias, las <strong>visiones</strong> completas<br />
y las ap<strong>re</strong>hensiones últimas acerca de la historia o de la teoría. Hay que<br />
hacer la ta<strong>re</strong>a de seguir cada párrafo, cada una de sus páginas, el conjunto<br />
de su obra, a través del prisma numerable de su inteligencia.<br />
No tengo ánimo ni formación para entrar en su ciencia. Pero trato de<br />
aferrar esa dualidad principal: su pensamiento indiciario <strong>re</strong>cub<strong>re</strong> siemp<strong>re</strong><br />
sus explicaciones analíticas.<br />
En la tradición latinoamericana se acostumbra marcar una dife<strong>re</strong>ncia<br />
aguda, no muy fundamentada, ent<strong>re</strong> científi cos sociales y pensado<strong>re</strong>s. A<br />
los primeros se les ha atribuido el hábito del análisis, del seguimiento<br />
paso a paso, sin rodeos ni sob<strong>re</strong>saltos, de los hechos, de allí la generalización,<br />
la propuesta de explicaciones, la confrontación de hipótesis. A los<br />
segundos se les confi na, algunas veces con menosp<strong>re</strong>cio, a la invención<br />
de algunas <strong>re</strong>laciones conceptuales que no apa<strong>re</strong>cen o no se p<strong>re</strong>sentan<br />
apoyadas en hechos. A pesar de ello, estos últimos intuyen más allá de lo<br />
que los datos permiten confrontar o no <strong>re</strong>chazar, no eluden la utopía y nos<br />
salvan de muchas de las trampas que a cada paso tiende la <strong>re</strong>alidad. Fragmentarios,<br />
a veces aforísticos, <strong>re</strong>cur<strong>re</strong>n al lenguaje corriente, ordinario,<br />
ese que todos c<strong>re</strong>emos que usamos, pero que sólo algunos han practicado<br />
con la densidad de sus analogías, sus alegorías y sus trampas semánticas<br />
para entender lo que vivían, para conocer sus experiencias, sus cotidianeidades,<br />
sus prácticas políticas. Pienso que René es de la estirpe de este<br />
segundo grupo, de los que han tratado de captar la ocur<strong>re</strong>ncia compacta,<br />
indivisible, de nuestras sociedades y en su posible destino. No niego, ni<br />
soy quién para hacerlo, ni tendría asidero, su estatura de científi co social.<br />
C<strong>re</strong>o sin titubeos que el río, el heraclíteo río de su pensamiento, arrastra<br />
y eleva su cientifi cidad, o la enaltece. Tal vez allí <strong>re</strong>sida su originalidad<br />
y su trascendencia.<br />
86 MARTÍN PUCHET ANYUL