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efuerza el contexto neoliberal– estamos ante un libro singular, pleno de<br />
suge<strong>re</strong>ncias (las de Zavaleta y las de Tapia), para apuntalar la investigación<br />
que cor<strong>re</strong>sponde a estos tiempos de cambios históricos, políticos y<br />
sociales. A mi juicio, el nacionalismo <strong>re</strong>volucionario y la autodeterminación<br />
nacional (posiciones antiglobalizadoras per se); la historicidad de las<br />
masas en la estructuración y ejercicio del poder; la importancia de las crisis<br />
como posibilidad para producir conocimiento local; la dinámica universal<br />
del tiempo histórico y la naturaleza de las sociedades abigarradas;<br />
los momentos constitutivos con que se hace la historia; la estructuración<br />
de lo nacional-popular; la radicación nacional del marxismo como teoría<br />
general de la época, no son asuntos obsoletos ni extemporáneos. Por el<br />
contrario, pienso que más allá de tantas argumentaciones posmodernas,<br />
son temas que el marxismo yaciente de hoy habrá de desarrollar en medio<br />
de los contrastes y claroscuros de la globalización.<br />
Dejo aquí estas consideraciones sob<strong>re</strong> el libro de Luis Tapia. Vuelvo<br />
ahora al fondo de la ya citada nota in memoriam (Proceso, 1985). En<br />
ese texto dije: René Zavaleta, en su vida cotidiana, supo y pudo dar de<br />
sí no sólo su conocimiento y sus proyectos, sino también su amistad, su<br />
generosa amistad, con la que construyó un mundo de afectos y <strong>re</strong>speto.<br />
Ayudó sin <strong>re</strong>servas a numerosos estudiantes. Algunos de ellos <strong>re</strong>cibieron<br />
el calor de su protección para situarse en este mundo. Muchos otros<br />
le deben los logros de su pensamiento o los principios de lealtad a un<br />
pueblo desgarrado por incomparables desventuras. Por todo lo que hizo<br />
en su vida, Zavaleta queda en el legado que deja, queda para vivir en la<br />
memoria de quienes lo conocieron personalmente, o de quienes supieron<br />
de su trabajo, o conocieron su obra.<br />
En mí queda la inolvidable conversación del 22 al 23 de julio de<br />
1983, diálogo prolongado a lo largo de toda una noche en la autopista La<br />
Habana-Bayamo, ciudad oriental de Cuba. Viajábamos al IV Encuentro<br />
de Historiado<strong>re</strong>s Latinoamericanos y del Caribe. Al compartir el asiento<br />
de autobús, iniciamos una conversación como jamás habíamos tenido<br />
otra, no obstante haber cuidado nuestra amistad por más de t<strong>re</strong>s décadas.<br />
La memoria nos unía en el <strong>re</strong>cuerdo de hechos, marchas y asambleas<br />
universitarias. René evocó con p<strong>re</strong>cisión sorp<strong>re</strong>ndente las clases de fi losofía<br />
que le impartí en la Universidad Mayor de San Andrés, de La Paz<br />
y <strong>re</strong>cordamos juntos lecturas, auto<strong>re</strong>s, teorías políticas y delirios ideológicos.<br />
Detenida y detallada fue la charla sob<strong>re</strong> el papel que cumplen o<br />
dejan de cumplir los dirigentes políticos. Calamos en la soledad ignorada<br />
e indelegable que brota como planta sin sombra en el ejercicio del poder.<br />
72 MARIO MIRANDA PACHECO