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camente defi nido, antes que un mero hecho espacial, “la frontera es un<br />
hecho sociológico que se forma espacialmente” (Simmel, 1986 [1908]),<br />
y su importancia está signada por las modalidades de interacción que se<br />
gestan a un lado y otro de la misma. A lo anterior nos gustaría ag<strong>re</strong>gar<br />
t<strong>re</strong>s elementos de corte sociológico a la noción del espacio fronterizo<br />
como intersubjetividad, que ZM construye a partir de la particularidad<br />
sintomática de la aparición del Chaco.<br />
Primero, como es conocido, el Chaco se transformó en espacio intersubjetivo,<br />
donde la “convivencia militar de grandes grupos (…) movilizados”<br />
permitió el <strong>re</strong>conocimiento, <strong>re</strong>cíproco y de sí mismos, llevando<br />
al descubrimiento de “la quanta y la quala del país humano” (Zavaleta,<br />
1990 [1967]:49) 9 . Esto <strong>re</strong>mite a la composición del país, a su estructura<br />
clasista, a la centralidad ob<strong>re</strong>ra, a su estratifi cación social –con líneas<br />
divisorias socioculturales– a una mayoría indígena, por tanto, a identifi -<br />
caciones colectivas.<br />
En segundo lugar, el Chaco también dio con una forma socio-espacial<br />
donde confl uyeron los anterio<strong>re</strong>s mecanismos identitarios como un tipo<br />
de identifi caciones personales que marcarían peculiarmente la dimensión<br />
cultural de la frontera (el “hecho sociológico”) al añadir una miríada<br />
emotiva cor<strong>re</strong>lativa a la experiencia de la muerte: sufrimiento, dolor,<br />
pérdida, miedo, <strong>re</strong>sentimiento, apego, amor, <strong>re</strong>ncor, vejación, odio, ent<strong>re</strong><br />
otras, condensaron el arco emotivo del tiempo de guerra.<br />
Tras el fi n de la contienda, dicho componente emocional se complejiza<br />
al ent<strong>re</strong>cruzarse con otros sentimientos y sensaciones como “la<br />
frustración”, “el desp<strong>re</strong>cio” –continuamente <strong>re</strong>feridas por ZM– y que para<br />
el caso se asociaron a la necesidad colectiva de compensación, manifi esta<br />
en el <strong>re</strong>clamo de “explicaciones”; a la atribución colectiva de la culpa y<br />
a la superposición de éstas dentro de la larga cadena de vejaciones, maltrato<br />
y exclusiones que se padecen teniendo fi nalmente encuentro en la<br />
confi guración de “subalternidad”. Aunque vuelvo más adelante al tema<br />
del papel de lo emotivo, grosso modo, en la obra de ZM las implicaciones<br />
de este arco de emociones en las identidades colectivas e individuales<br />
son evidentes, y obviamente su impacto en la constitución del subalterno,<br />
que ha padecido “en carne propia” diversos const<strong>re</strong>ñimientos o que los<br />
ha compartido, integrándose como experiencias (vividas o no) en sus<br />
biografías personales, en todo lo que se <strong>re</strong>cuerda y también en lo que se<br />
9 Dado que las <strong>re</strong>fe<strong>re</strong>ncias vienen de un mismo libro se usa, en adelante, únicamente<br />
el número de página.<br />
ZAVALETA REVISITADO “…QUE VEINTE AÑOS NO SON NADA”<br />
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