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elementos se deben entender no por sí mismos, como entes aislados, sino<br />
en función de las <strong>re</strong>laciones (o modo de articulación) que establecen; ii)<br />
el todo es más que la simple suma de sus partes.<br />
Hegel, nacido en 1770, <strong>re</strong>cibió de joven el muy fuerte impacto de la<br />
Revolución Francesa. Se entusiasmó con ella y con sus ideales y, según<br />
se cuenta, junto con sus amigos Hölderlin y Schelling, plantó el 14 de<br />
julio de 1793, un famoso “árbol de la libertad” en torno al cual cantaron<br />
La Marsellesa y bailaron la Carmagnola 15 . Miembro, al pa<strong>re</strong>cer activo, de<br />
la francmasonería alemana, Hegel fue hasta su muerte un “azul”, un ferviente<br />
admirador de Napoleón. Se dice que en la batalla de Jena, viendo<br />
pasar a Napoleón y sus tropas, llegó a exclamar que había visto “pasar la<br />
Razón a caballo”. Al igual que otros intelectuales alemanes, incluyendo<br />
al mismo Kant, en su vida se combinó el <strong>re</strong>chazo al op<strong>re</strong>sivo régimen<br />
político alemán, feudal y coercitivo, con su entusiasmo por las libertades<br />
y <strong>re</strong>speto a la razón que prometía la burguesía de esos tiempos 16 , por lo<br />
menos la francesa. Pero como buen alemán, tributario de una burguesía<br />
demasiado pazguata, cuando los jacobinos deben <strong>re</strong>currir al terror para<br />
salvar a la Revolución, Hegel tiende a asustarse y a pedir “moderación” 17 .<br />
Observamos en nuestro autor una tendencia al conservadurismo que se<br />
15 En la actualidad, se piensa que ésta es una anécdota que sus amigos le colgaron al<br />
trío, no obstante, da fe de la imagen que proyectaban.<br />
16 En sus más tempranos y juveniles escritos, Hegel se queja amargamente del estado<br />
en que ha caído el pueblo alemán: “la multitud ha perdido la virtud pública, yace<br />
tirada bajo la op<strong>re</strong>sión”. También señala, con singular agudeza, que “solamente un<br />
pueblo en estado avanzado de corrupción, de profunda debilidad moral, era capaz<br />
de convertir la obediencia ciega a los caprichos malvados de homb<strong>re</strong>s abyectos, en<br />
máxima moral para sí. Únicamente el largo tiempo de la op<strong>re</strong>sión, el olvido total<br />
de un estado mejor puede llevar a un pueblo hasta este ext<strong>re</strong>mo”. Ver “Fragmentos<br />
Republicanos (1794-1795)”, en G. F. Hegel, Escritos de juventud, México, FCE,<br />
1984, p. 39.<br />
17 “En sus comienzos, la <strong>re</strong>volución suscitó ese entusiasmo del que Kant y Hegel se<br />
hacen eco, aunque prácticamente nadie o casi nadie sintiera la tentación de imitar<br />
a los audaces franceses. Pero como las difi cultades se fueron acumulando y, en<br />
consecuencia, también la violencia, esa atracción se fue atenuando poco a poco. La<br />
mayor parte de los alemanes que en un principio se adhirieron a la Revolución y la<br />
apoyaron, se apartaron de ella desengañados, por no hablar de los que se volvieron<br />
francamente hostiles. El suceso que consumó la ruptura, por su carácter brutal e<br />
inaudito, fue la ejecución de Luis XVI el 21 de enero de 1793. El carácter simbólico<br />
de la decapitación, que con el tiempo ha perdido esa fuerza emocional, en aquellos<br />
momentos no escapó a nadie”. Cf. Jacques D’Hondt, Hegel, Barcelona, Tusquets<br />
Edito<strong>re</strong>s, 2002, p. 71.<br />
RECUPERAR A HEGEL<br />
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