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el otro. El señor Goliadkin a sí mismo se espera y se ama defendiendo su<br />
yo principal, su tenencia, de los enemigos que quie<strong>re</strong>n usurparle lo suyo.<br />
Lo más triste de todo es que es él mismo, su sosia, el que no le permite<br />
volver a ser uno, único y propio en su ignorado afán. Tal vez ya nunca se<br />
<strong>re</strong>cobrará a sí mismo, y esperando su vuelta morirá buscándose 8 .<br />
Hay un paralelo notable ent<strong>re</strong> esta versión literaria del “doble” y el<br />
tema fi losófi co de la conciencia desdichada tal como apa<strong>re</strong>ce en la Fenomenología<br />
del espíritu 9 . La conciencia desdichada es la conciencia<br />
desgarrada, y su búsqueda de unidad –de ser un yo unitario– es una pasión<br />
inútil, como diría Sart<strong>re</strong>, porque el para sí (es decir, la conciencia) no<br />
puede llegar a ser en sí (es decir, a coincidir consigo misma) sin perderse<br />
como conciencia: el señor Goliadkin “tal vez ya nunca se <strong>re</strong>cobrará a sí<br />
mismo, y esperando su vuelta morirá buscándose”. Como en la tradición<br />
existencialista, todo esto confi gura una fi losofía de la subjetividad aislada<br />
que inevitablemente distorsiona la comp<strong>re</strong>nsión de la historia. En este<br />
primer Zavaleta tenemos, en efecto, lo que Marx llamaría una concepción<br />
fetichista de la historia, es decir, una concepción para la cual “las dife<strong>re</strong>ntes<br />
formas de conexión social apa<strong>re</strong>cen ante el individuo sólo como<br />
un medio para lograr sus fi nes privados” y que, por ello, genera esta idea<br />
del individuo aislado 10 .<br />
Podría ag<strong>re</strong>garse que la visión de este joven Zavaleta era una conciencia<br />
desdichada en un segundo sentido, afín al primero: no sólo una<br />
suerte de desgarramiento individual o subjetivo, sino parte (y exp<strong>re</strong>sión)<br />
de una más amplia esquizof<strong>re</strong>nia colectiva, que el Zavaleta maduro atribuyó<br />
al “concepto señorial de la vida”, imperante ent<strong>re</strong> las clases medias<br />
bolivianas. En Lo nacional-popular en Bolivia, en efecto, caracteriza<br />
el pensamiento señorial como “el callejón sin salida de la conciencia<br />
desdichada”, y el periodo oligárquico como “la época de la conciencia<br />
desdichada o de la falsa conciencia” 11 . Él mismo, no obstante, pronto<br />
abandonaría esta concepción general de las cosas y comenzaría a combatirla<br />
denodadamente. El decurso posterior de su pensamiento puede<br />
verse, en este sentido, como la paulatina construcción de un discurso<br />
8 Ibidem.<br />
9 G. W. F. Hegel, Fenomenología del espíritu, México, Fondo de Cultura Económica,<br />
1971, pp. 113 y ss.<br />
10 Karl Marx, Introducción general a la crítica de la economía política/1857, México,<br />
Pasado y P<strong>re</strong>sente, 1987, pp. 33-34.<br />
11 Lo nacional-popular en Bolivia, México, Siglo XXI, 1986, pp. 194 y ss.<br />
96 MAURICIO GIL Q.