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Diccionario de Símbolos - Juan Eduardo Cirlot

Desde los egipcios, la simbología ha sido la gran ciencia de la antigüedad. En Oriente ha perdurado sin interrupción hasta ya entrado el siglo XX y en Occidente inspiró todo el arte medieval y, en gran medida, el renacentista y barroco, hasta que el descubrimiento del «Inconsciente» volvió a recuperar los símbolos en ámbitos y maneras muy distintos. Este Diccionario de símbolos es la versión última y definitiva de la obra en prosa más importante del poeta y crítico de arte Juan Eduardo Cirlot. Publicado por primera vez en 1958 con el título Diccionario de símbolos tradicionales, fue traducido al inglés en 1962. Cirlot continuó elaborando nuevas voces y artículos que introdujo en la segunda edición castellana de 1969 y en la segunda edición inglesa y americana de 1971. En esta edición se han incluido nuevas voces, hasta el momento sólo publicadas en inglés, así como el artículo «Simbolismo fonético», último ámbito del estudio simbológico de Cirlot, recuperado de su publicación en prensa. En el epílogo, Victoria Cirlot sitúa en la vida de su padre la construcción de esta obra siempre en expansión y la relaciona con la poesía y la crítica de arte. También muestra el interés de Cirlot por la simbología a partir de los años cincuenta, cuando conoce en Barcelona al musicólogo y antropólogo Marius Schneider, aportando documentos inéditos, como por ejemplo la carta a André Breton en la que se relata el sueño aludido en la voz «Cicatrices».

Desde los egipcios, la simbología ha sido la gran ciencia de la antigüedad. En Oriente ha perdurado sin interrupción hasta ya entrado el siglo XX y en Occidente inspiró todo el arte medieval y, en gran medida, el renacentista y barroco, hasta que el descubrimiento del «Inconsciente» volvió a recuperar los símbolos en ámbitos y maneras muy distintos. Este Diccionario de símbolos es la versión última y definitiva de la obra en prosa más importante del poeta y crítico de arte Juan Eduardo Cirlot. Publicado por primera vez en 1958 con el título Diccionario de símbolos tradicionales, fue traducido al inglés en 1962. Cirlot continuó elaborando nuevas voces y artículos que introdujo en la segunda edición castellana de 1969 y en la segunda edición inglesa y americana de 1971. En esta edición se han incluido nuevas voces, hasta el momento sólo publicadas en inglés, así como el artículo «Simbolismo fonético», último ámbito del estudio simbológico de Cirlot, recuperado de su publicación en prensa. En el epílogo, Victoria Cirlot sitúa en la vida de su padre la construcción de esta obra siempre en expansión y la relaciona con la poesía y la crítica de arte. También muestra el interés de Cirlot por la simbología a partir de los años cincuenta, cuando conoce en Barcelona al musicólogo y antropólogo Marius Schneider, aportando documentos inéditos, como por ejemplo la carta a André Breton en la que se relata el sueño aludido en la voz «Cicatrices».

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Septenario 405

tiplicativa) (22). En la religión, el septenario tiene expresiones y correspondencias,

como el ternario de las virtudes teologales, más el cuaternario de

las cardinales; el septenario de los pecados capitales (59), que precisam ente

son entendidos, por la doctrina tradicional simbolista, como resultado del

influjo — o de la correlación — con los principios espirituales de los siete planetas,

o antiguas deidades mitológicas. En el cielo, el siete está particularm ente

representado por la constelación de las Pléyades, las hijas de Atlas, de las

que seis están presentes y una oculta (9). Con carácter de síntesis, el siete

se considera como símbolo de la transform ación y de la integración de la

gama de jerarquías en su totalidad (32); por ello hay siete sonidos en la escala

habitual, siete colores en el arco iris, siete esferas planetarias y siete

planetas que les corresponden. El núm ero siete se considera a veces escindido,

o como unión de dos y cinco (Sol y Luna — Mercurio, Venus, Marte,

Júpiter, Saturno) o de tres y cuatro (Sol, Luna, Mercurio — Venus, Marte, Júpiter,

Saturno). El siete se representa gráficamente por la unión del triángulo

y el cuadrado, bien sobreponiendo el prim ero al segundo, o inscribiéndolo en

su interior. Esta disposición septenaria se da con gran frecuencia en las

plantas de grandes conjuntos arquitectónicos, pues tiene un valor mandálico,

sim ilar al de la «cuadratura del círculo». Sería imposible enum erar, ni

aun en resum en y sintéticam ente, las innum erables aplicaciones del septenario,

las apariciones de este «modelo» cósmico en mitos, leyendas, cuentos

folklóricos, sueños, o en hechos históricos, obras de arte, etc. A veces, la

ordenación por siete aparece como símbolo del complejo: dioses planetarios

en aspecto malévolo — días de la sem ana como peligros espirituales (dragón

de siete cabezas). A veces, como cristalización de un orden celeste (candelabro

de los siete brazos del Templo de Salomón). Schneider nos inform a que,

en la danza escocesa de las espadas, san Jorge vence al dragón acom pañado

de siete santos (inversión — para facilitar la victoria — del tem a de las siete

cabezas) (51). Como el siete es símbolo de totalidad de gama (lira de

Orfeo), de ahí que se adoptara ese núm ero con frecuencia: siete eran las

Hespérides, los jefes que atacaron Tebas (y los que la defendieron); los

hijos y las hijas de Níobe (38); Platón concibió una sirena celeste cantando

sobre cada esfera y esas «Siete Sirenas de las Esferas» deben asim ilarse a

las siete vírgenes de Cinderella (Cenicienta) (4), o a las siete hadas de las

leyendas y cuentos folklóricos (una por cada dirección del espacio y del

tiempo). Según Loeffer, estas hadas se corresponden con los siete Lipiki

del esoterism o hindú (espíritus que corresponden a cada plano hum ano: sensación,

emotividad, inteligencia reflexiva, intuición, espiritualidad, voluntad,

presciencia de lo divino) (38). De ahí se deduce que en la teoría esotérica el

ser hum ano está compuesto de siete esferas análogas a las de los cielos. La

Cábala hebrea identifica las deidades mitológicas, en su aspecto creador y

benéfico, a siete jerarquías celestes: Sol, ángel de la luz (Miguel); Luna, ángel

de las aspiraciones y de los sueños (Gabriel); Mercurio, ángel civilizador

(Rafael); Venus, ángel del am or (Anael); Marte, ángel exterm inador (Sam

ahel); Júpiter, ángel dom inador (Zachariel); Saturno, ángel de la solicitud

(Orifiel). Lévi establece num erosas analogías fundadas en el septenario, que

dan lugar a rigurosas correspondencias con elementos de todos los planos

cósmicos. Citaremos sólo los em blem as que atribuye a cada deidad: Sol (serpiente

con cabeza de león); Luna (globo cortado por dos m edias lunas);

Mercurio (caduceo herm ético); Venus (lingam ); Marte (dragón mordiendo

la guarda de una espada); Jú p iter (pentagram a flameante en las garras de

un águila); Saturno (anciano y guadaña) (37). Fácil es com prender las determ

inaciones num erales que se pueden establecer tom ando como base el

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