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Pensamiento boliviano

El Che en Bolivia. Documentos y Testimonios. Tomo 5 ...

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<strong>Pensamiento</strong> <strong>boliviano</strong><br />

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meditación sobre las vías y el instante de la revolución. Acaso sea vana esta invocación, ya que<br />

éste es el motivo diríase eterno de las discusiones. Entre las tres contribuciones fundamentales<br />

que, según el Che, hizo la revolución cubana a la revolución en América, la segunda dice:<br />

“No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional<br />

puede crearlas” (I,31). Pero hay que recordar que el mismo Che decía que “hay<br />

que considerar siempre que existe un mínimo de condiciones que hagan factible el establecimiento<br />

y consolidación del primer foco” (I,31-32).<br />

Es la vieja y siempre actual discusión sobre el manejo de las condiciones objetivas y subjetivas<br />

de la revolución.<br />

Hay que reconocer que este pensamiento del Che es de un sabor muy martiano. Recuérdese<br />

que Martí, al exaltar a Bolívar, decía que “un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero;<br />

pero hay hombres que no se cansan cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes<br />

que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que así mismos, y los pueblos tienen<br />

muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto”. ¿No es acaso éste un retrato anticipado del<br />

Che? ¿No es ésta otra aproximación de realidades lejanas espontáneamente forjada por la historia?<br />

Pero volvamos al punto de las vías de la revolución. La experiencia histórica de los últimos<br />

treinta años puede proporcio-nar muchos elementos para que la polémica (si aún subsiste) pueda<br />

conducirse con mayores fundamentos. Personalmente, me inclino a pensar que la esencia<br />

del problema no está en la forma o vía de la revolución, sino en la oportunidad de su adopción,<br />

y que la “revolución” sólo puede generar la revolución cuando hay un mínimo de condiciones<br />

favorables; que sin embargo, nadie sabe de antemano cuándo se han de dar éstas; que<br />

la lucha armada es la forma más aguda de la lucha de clases y no un juego de niños y que exige<br />

por tanto de sus capitanes y soldados la mayor claridad política y el más generoso altruismo,<br />

pues de lo contrario en esos mismos hombres armados podría darse el germen del<br />

despotismo militar y la contrarrevolución.<br />

Y en lo que toca a la historia, ¿no hay acaso otra aproximación lejana en el hecho de que los representantes<br />

más visibles de las “dos vías de la revolución”, el Che y Allende hayan muerto asesinados?<br />

Lo esencial: el hombre<br />

Pero, permítanme regresar a la faceta civil de la personalidad del Che, a su calidad de estadista y<br />

pensador. Hace pocos meses, Fidel Castro -en oportunidad del 20º aniversario de la muerte del<br />

Che- ha evocado enfáticamente sus enseñanzas y mensajes. Con énfasis, pero sin artificialidad ninguna,<br />

ha invocado el trabajo voluntario y extraordinario, una de esas cosas que en nuestra sociedad<br />

capitalista fundada en el egoísmo mutuo parecen ser utópicas. Esto me recuerda que el Che había<br />

definido una forma especial de sacrificio, que consistía en renunciar al sacrificio, en tener que hacer<br />

menos de lo que se quisiera hacer voluntaria y gratuitamente. No eran palabras, eran hechos, en los<br />

cuales es pródigo el socialismo. Y al recordar esto, recordaba también cuántas veces aquí, en nuestra<br />

patria, no faltaron demagogos y tiranuelos que pretendieron obtener a la fuerza el sacrificio voluntario<br />

de nuestro pueblo, como si las palabras fueran mágicas. ¿Cuál es la diferencia?<br />

La diferencia es el hombre, como individuo y como masa; el hombre, en cuya educación y<br />

disciplina confiaba el Che las nueve décimas partes del éxito revolucionario.<br />

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