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Pensamiento boliviano

El Che en Bolivia. Documentos y Testimonios. Tomo 5 ...

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<strong>Pensamiento</strong> <strong>boliviano</strong><br />

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fue cumplida con admirable disciplina. El paro finalmente duró dos semanas, a pesar de la total<br />

ocupación militar del campamento y se suspendió únicamente cuando el comandante local<br />

obligó a los administrativos de la compañía -que habían sustituido a los dirigentes sindicales<br />

elegidos- a ponerle fin o enfrentar otras “medidas”. Para entonces, la universidad de La Paz también<br />

había sido declarada territorio libre y Barrientos y Ovando “enemigos del pueblo”; se requirió<br />

del empleo de gases lacrimógenos y de la ocupación de sus instalaciones para recobrar<br />

una apariencia de orden. Los rumores de golpe crecieron, pero tanto Vásquez Sempértegui como<br />

Ovando se resistieron a dar ese paso, debido a la permanente amenaza en el Este. Barrientos<br />

aguantó la tormenta.<br />

Los acontecimientos del Altiplano coincidieron con una serie de escaramuzas entre el Ejército<br />

y el grupo del Ché, bastante lejos de la zona de operaciones y peligrosamente cerca de la<br />

vía férrea Santa Cruz-Yacuiba, de la carretera a Cochabamba y de la ciudad misma. Los enfrentamientos<br />

en La Florida, Piray y el Filo no fueron choques importantes, pero preocuparon a<br />

Zenteno, que no pudo darse cuenta que las incursiones de Reque Terán desde el sur eran las<br />

que estaban obligando realmente a Guevara a avanzar hacia el noroeste y no que el Ché estaba<br />

tratando de tomar control sobre la carretera Cochabamba-Santa Cruz, como ellos pensaban.<br />

Sin embargo, la enfermedad -desde mediados de junio el Ché sólo pudo desplazarse a lomo de<br />

caballo, debido a su asma- y el hambre hicieron que las principales fuerzas rebeldes necesiten<br />

abastecerse de provisiones y medicinas; el lugar más lógico para proveerse de ellas era Samaipata,<br />

un poblado en la carretera principal. El 6 de julio, en lo que hubo de ser la más célebre<br />

de sus acciones, los guerrilleros secuestraron un camión y una flota llena de estudiantes orureños<br />

que regresaban de Santa Cruz de participar del caserío de Las Cuevas, en tanto que los<br />

rebeldes ordenaron a un alemán, propietario de una barraca, que telefonee a Samaipata y comunique<br />

a las autoridades municipales que ocuparían el pueblo esa noche. Esto no parece haber<br />

originado demasiado nerviosismo ya que, poco después de medianoche, cuando los vehículos<br />

se acercaban a la tranca de Samaipata (el puesto de control de tránsito que existe en cada poblado<br />

<strong>boliviano</strong>, sea del tamaño que sea), la policía de tránsito se acercó a examinar sus papeles<br />

con la acostumbrada imperturbabilidad y se la pudo vencer con facilidad. Una vez en el pueblo,<br />

se compraron productos a precios magnánimos (y no con dinero falso como afirmaba el régimen)<br />

y la pequeña guarnición, que dormía en la escuela,<br />

fue despojada de sus armas y sólo murió un soldado que<br />

ofreció resistencia. En treinta minutos los guerrilleros habían<br />

partido dejando a sus rehenes militares en Las Cuevas<br />

y desaparecido por la carretera hacia el sur. El país<br />

quedó estupefacto ante la audacia de esta incursión; pero<br />

resultó ser la cúspide de la campaña guerrillera, un<br />

golpe propagandístico que encubrió la desesperada situación<br />

de los rebeldes.<br />

Lo anterior se confirmaba con nuevas deserciones<br />

a principios de agosto y el desmoronamiento de la ahora<br />

aislada red urbana con el arresto de Loyola Guzmán<br />

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55<br />

Miguel Ayoroa y Gary Prado.

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