Pensamiento boliviano
El Che en Bolivia. Documentos y Testimonios. Tomo 5 ...
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<strong>Pensamiento</strong> <strong>boliviano</strong><br />
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Antes podíamos ver nuestro mundo, definirlo: la crisis del sistema se agudizaba, el socialismo<br />
era la única forma de salvar a la humanidad de su aniquilamiento y, sin embargo, el poderío,<br />
la impunidad del imperialismo y sus lacayos eran aparentemente demasiado fuertes. Los<br />
fracasos de la lucha revolucionaria (después del triunfo de Cuba, que enfureció al gigante por<br />
abrir un nuevo día en sus narices), en otros lugares de nuestro continente, habían dejado una<br />
estela de pesimismo, de ansiedad.<br />
Como dijera el poeta Julio de la Vega: nuestro pueblo clamaba: “Profeta se necesita”. Y<br />
entonces llegó el Che. En el momento exacto. Por eso se posesionó de la esperanza para<br />
siempre.<br />
En Bolivia marcó, con fuego, la inauguración de una época nueva. No se puede ya, desde<br />
entonces, hablar del pensamiento revolucionario, de la praxis revolucionaria, sin mencionar ese<br />
hito histórico. Se esté o no de acuerdo con el Che.<br />
Una ola de asombro conmovió las fibras de nuestra sociedad mostrando que la Revolución<br />
y la violencia humanista que implicaba, eran no sólo una necesidad sino una realidad que nadie<br />
podría ya soslayar.<br />
Cristianos vi que, en horas veinticuatro, cambiaron de conservadores aun reaccionarios a<br />
combatientes, conmovidos por la autenticidad y la consecuencia, por la generosidad de la gesta<br />
del Che. Constataron dramáticamente que la revolución no era la “destrucción atea” de los<br />
valores del hombre, sino lo contrario.<br />
Unos lo asumieron como el más alto héroe civil, como el paladín de la nueva sociedad;<br />
otros como la reencarnación del Cristo venido a emancipar al hombre. Unos lo tomaron como<br />
escudo y guía de los combatientes. Otros como la estampa milagrosa (“San Ernesto de<br />
la Higuera”) a cuyo retrato empezaron a encender velas como a los santos, para protegerse<br />
de los males.<br />
En todo caso, el Che pasó a ser leyenda, pero más real que los hechos, porque estuvo entre<br />
nosotros, fue uno original que nosotros. Es posible pues que retorne en todos nosotros.<br />
2. El Che, un poeta de tal acción y de las letras<br />
Ninguna teoría es definitoria para demarcar la frontera entre poesía y revolución, entre el<br />
poeta y el combatiente. No es la teoría de la plusvalía que enciende las llamas que en Francia<br />
reducirán a ceniza el poder feudal que le prestara al propio cielo su matriz de jerarquías porque<br />
parecía eterna e inconmovible. No es la formulación de ley del valor que electriza la sangre<br />
de los obreros de Petrogrado para reducir a polvo la omnipotencia del Zar. Ni Ho Chi Minh enarbola<br />
la teoría del intercambio desigual para sublevar miles de lanzas de bambú contra la potencia<br />
nuclear imperialista hasta vencerla. En fin, no basta constatar la necesidad histórica por<br />
medio de la ciencia. Se trata de conmover la conciencia, de darle emoción para hacer irresistible<br />
la eclosión revolucionaria.<br />
La revolución es, por lo tanto, en su nivel expresivo, el gran poema de masas que hace posible<br />
lo imposible, que conquista lo desconocido (el poder y sus meandros políticos) y sublima<br />
el mundo de las cosas cotidianas. Es la realidad ampliada con su fuerza hecha pasión y surtidor<br />
de sentimientos. Poeta es, pues, el pueblo insurrecto de las calles de París, de Petrogrado, el<br />
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