Pensamiento boliviano
El Che en Bolivia. Documentos y Testimonios. Tomo 5 ...
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nial, el de la transmisión del mando, aunque no parecieron<br />
advertir que la sanción constitucional legitimaba<br />
favorablemente lo que era un error político de fondo.<br />
Había llegado la ocasión de marcharse. A la cabeza del<br />
gobierno quedaba el vínculo personal entre el poder<br />
público y la institución armada. En el gabinete y el Congreso<br />
se habían asentado los grupos políticos oficiales<br />
que enajenaron su inútil independencia para engrosar<br />
virtualmente, al abrigo del poder, lejos del inhóspito<br />
clima opositor que su edad o falta de reservas<br />
tornaba mortífero. Irse del gobierno; volver a los cuarteles<br />
y esperar en ellos, vigilantes, el resultado de la nueva<br />
administración. Esta era la consigna. Y ésta la<br />
advertencia pública: si el gobierno surgido de las urnas<br />
se apartara del interés popular, las FF.AA. tendrían<br />
que intervenir nuevamente.<br />
Pero ocurrió que cuando los militares se aprestaban<br />
para el retorno, el General Barrientos debió comprender<br />
que la única manera de conferir alguna solidez<br />
al deleznable edificio político que él mismo contribuyó<br />
a levantar, era mantener a la institución que se aprestaba<br />
al éxodo tan visiblemente unida a su gobierno<br />
como fuese posible. Por esto, lo que unos meses antes<br />
fuera una necesidad compartida por el alto mando militar y el candidato presidencial, en<br />
agosto de 1966 llegó a constituir un grave problema para el flamante presidente. Si en un tiempo<br />
también él pareció interesado en dar a su gobierno un aspecto civil, ahora buscaba; por todos<br />
los medios, darle un manifiesto carácter militar. Y los medios a que acudió van desde el<br />
anuncio rectificado de no despojarse del uniforme, hasta retener algunos militares que, gustosos,<br />
abandonaban la idea de tomar, bastante rezagados, el camino de los cuarteles.<br />
Hasta marzo de 1965 se prolongó estacionario ese forcejeo entre las FF.AA. que querían<br />
desasirse del gobierno y el General Barrientos que los sujetaba con la angustiosa firmeza con<br />
que un hombre en riesgo de precipitarse en el vacío se aferra a otro para salvarse o arrastrarlo<br />
en su caída. Cuando los personajes de este silencioso drama nos habían acostumbrado a la idea<br />
de que nunca terminaría, cuando parecían ejecutar un juego mímico sin riesgo, la súbita aparición<br />
de los barbados insurrectos del sudeste ponen en movimiento esta paralizada disputa y<br />
a sus protagonistas en la imposibilidad de soslayar un desenlace.<br />
En los siete meses de gobierno transcurridos, la realidad se ha impuesto a la ficción; doscientos<br />
días han sido suficientes para que los experimentados ojos del pueblo descubran el mecanismo<br />
que ponía en movimiento una estructura política de juguetería. En siete meses el F.R.B.<br />
se ha fraccionado y los dos microorganismos a que la escisión dio lugar agravan la inestabilidad<br />
del régimen con domésticas malquerencias y una sorda lucha de influencias por mayor parti-<br />
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Barrientos con su estrecho<br />
colaborador Arguedas.