Pensamiento boliviano
El Che en Bolivia. Documentos y Testimonios. Tomo 5 ...
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<strong>Pensamiento</strong> <strong>boliviano</strong><br />
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camente familiarizado con su leyenda, tiene la sensación de que su realización en Bolivia a impregnado<br />
de irrealidad nuestra doméstica vida política? El gobierno está en el Palacio, es verdad; los servicios<br />
públicos, aunque deficientes, funcionan; los bancos reciben depósitos y cambias cheques; y<br />
en los colegios los alumnos oyen hablar del guerrillero Lanza como si se hablara de una figura pintada<br />
al óleo y no de un ser humano doloroso y heroicamente incrustado en una coyuntura histórica<br />
de la que somos prolongación nacional. Todo esto es verdad. ¿Pero acaso no es cierto que vivimos<br />
con la impresión cosciente o subconsciente de que el distanciamiento entre la Bolivia “oficial” y la<br />
Bolivia “vital” se ha hecho inconmensurable? ¿Acaso no advertimos que nuestra vida política se expresa<br />
sólo ceremonialmente? ¿Es que no nos percatamos de que comparada con la respuesta que<br />
los guerrilleros dan a la realidad política, la que nosotros proponemos equivale a la mirada furtiva<br />
y remilgada que el pequeño burgués dirige desde su alta ventana sobre la profunda plaza donde<br />
se hacina el lumpen proletario?<br />
Y es que las guerrillas son, como motivación y propósito, o para utilizar una terminología<br />
clásica, como causa y efecto, un fenómeno esencialmente político. Sólo su modalidad es bélica.<br />
Naturalmente que la respuesta debe ser procedimentalmente militar pero esencialmente política.<br />
Y el gobierno se limita a oponer una deficiente acción armada; tomando el medio por la<br />
finalidad, sin dar una respuesta política. Es decir, sin dar una respuesta política condigna.<br />
Porque esa prédica maniquea por la que se intenta persua-dirnos de que la disyuntiva a que<br />
todo <strong>boliviano</strong> se enfrenta es o con el Comunismo (El Mal) o con la Democracia (El Bien), ha<br />
probado ser ineficaz por falsa. ¿No debiéramos atribuir a ello la indiferencia con que el grueso<br />
de la población contempla este duelo que parece no comprometer a sus intereses sino los de<br />
un remoto país asiático? Democracia es hoy una suerte de toalla de cantina en la que todos se<br />
limpian las manos. Democracia es una palabra que no tiene sentido unívoco. Para el gobierno<br />
la democracia es él y por ella entiende un régimen en el papel de árbitro en la disputa entre el<br />
capital y el trabajo: un árbitro que frecuentemente cierra los ojos a los golpes bajos que el primero<br />
da al segundo.<br />
Decir que el gobierno no da respuesta política alguna al problema guerrillero, porque no<br />
tiene respuesta que dar, es sólo parcialmente cierto. Porque si hay repuestas por acción, las hay<br />
también por omisión. Esta es la forma de acusar recibo que el gobierno ha revelado. Lo que él<br />
ofrece como contrapuesta a lo que las guerrillas prometen, es la defensa intransigente del orden<br />
establecido, del statu quo económico y social. Y en defensa de él pretende arrastrar espiritualmente<br />
a un pueblo renuente a ocupar esa trinchera desde la que deberá disparar sobre<br />
lo que realmente no quiere pero, al hacerlo, deberá defender y consolidar lo que tampoco quiere.<br />
Esta es la razón de la parálisis cívica del pueblo. Pero si el gobierno no tiene réplica política<br />
que ofrecer, tampoco la nación encuentra la suya. El pueblo intuye una tercera posición, equidistante;<br />
precisamente ésa que la suicida dicotomía oficial rechaza porque supone el desplazamiento<br />
de un conjunto de intereses a cuya defensa debe su razón de ser.<br />
Encontrar esta tercera posición equivale también a llenar ese vacío político a que nos hemos<br />
referido en esta nota. Pues si este vacío es el de una causa revolucionaria, sólo la estructuración<br />
de un instrumento político al servicio de ella puede llenarlo y, al mismo tiempo, ofrecer<br />
una réplica popular y nacional al fenómeno guerrillero.<br />
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