Pensamiento boliviano
El Che en Bolivia. Documentos y Testimonios. Tomo 5 ...
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<strong>Pensamiento</strong> <strong>boliviano</strong><br />
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El Che en la poesía boliviana<br />
1. Poesía: lenguaje natural de una leyenda más real que los hechos<br />
La poesía es un desafío al tiempo que no se congela en la palabra. La imagen poética penetra<br />
allá donde la forma ya no alcanza. No es solamente una exterioridad del lenguaje. Es la<br />
medida comunicante más completa.<br />
Por eso quizá es la primera forma verbal estética del hombre que se convierte, por medio<br />
de ella, en creador de su propio mundo, a partir de él, pero imaginándolo en su plenitud, impenetrable<br />
por los sentidos.<br />
De esta manera, un homenaje poético a quien traspuso la estatura del hombre cotidiano,<br />
para alcanzar su dimensión humana, no es sino darles a las cosas su medida exacta.<br />
Ernesto Che Guevara, inauguró una época en la historia de la humanidad, se tornó arquetipo<br />
para una juventud que necesitaba estímulos que le hicieran creer nuevamente en el futuro.<br />
Era el tiempo de la derrota del hombre. Esos años sesenta insípidos que parecían parásitos<br />
sin destino y que, sin embargo, cerraron un ciclo abriendo otro nuevo. En la metrópoli, los<br />
“hippies” practicaban una evasión pacífica, un suicidio colectivo, como si ya no se pudiera abrir<br />
las ventanas a la vida y sólo se podría echarse a morir en la oscuridad de una sentina.<br />
Latinoamérica con su carga de muerte prematura en el propio vientre de las madres. Con<br />
un mañana hipotecado, devorado por el dragón imperialista. Desolada como un montón de esperanzas<br />
carbonizadas. Presa de las llamadas “dictaduras simpáticas” (tal si se tratara de una epidemia<br />
desatada en cadena para matarnos como la peste negra), ensangrentadas sus calles y aldeas.<br />
La bestia pisaba arrogante las tierras del Continente sembradas de letrinas: única herencia de<br />
la “Alianza para el Progreso”.<br />
Era la época de la impunidad de los opresores. De la rotura de todos los cristales que desnudó<br />
la hipocresía amarga de un mundo estrujado y dolorido. En Vietnam, es cierto, se defendía<br />
la dignidad humana contra la inmensa e inícua brutalidad imperialista. El racismo, sin embargo,<br />
seguía colgando negros en las esquinas de la noche bajo el farol de la cultura occidental<br />
cristiana, socapado por “democráticas” lágrimas de cocodrilo.<br />
Allí, en medio de la desesperanza, estalló la esperanza, inmensa, infinita, sin límites, sin<br />
volumen, pero ocupando todo<br />
el espacio. Y la nueva buena de<br />
la Revolución saltó a las calles<br />
bajo la figura del Che, que se<br />
tornó símbolo del cambio, de<br />
la posibilidad de transformar el<br />
mundo con la propia sangre.<br />
Desatando también el debate<br />
teórico que se planteará con la<br />
urgencia de no ser arrollado<br />
por los hechos.