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Pensamiento boliviano

El Che en Bolivia. Documentos y Testimonios. Tomo 5 ...

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<strong>Pensamiento</strong> <strong>boliviano</strong><br />

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formada por la afluencia de los delegados visitantes, por el curso que ofrecían muchas fogatas<br />

y el resonar de júbilo de los mineros y sus familias que celebraban la fiesta del solsticio de invierno.<br />

Se dice que, en aquella ocasión la Comibol se portó desacostumbradamente generosa<br />

en la distribución de cerveza y que organizó bailes en conexión con Radio Pio XII, algo que jamás<br />

antes había ocurrido. Hacia la media noche, muchos habitantes del campamento estaban<br />

muy animados. Uno que no estaba demasiado embriagado era Rosendo García Maisman, un<br />

militante del PCB a quien le tocaba el turno de guardia del sindicato y que, junto a Simón Reyes,<br />

había pasado una velada relativamente sobria. Alrededor de las cuatro de la mañana, García<br />

se dirigió al sindicato, donde se reunió con Juan Carlos, un muchacho de 18 años y disc-jockey<br />

de la Voz del Minero que al emitir música para despertar al primer turno entremezclaba exhortaciones<br />

de mantenerse alertas por si el Ejército intentara suspender el ampliado.<br />

Cuando García ingresó en el edificio, las tropas ya estaban escabulléndose silenciosamente<br />

por los linderos del campamento, después de haber llegado en un tren que pudo rodar calladamente<br />

hasta detenerse a un kilómetro y medio de la estación. Su primer objetivo era la<br />

emisora, pero García logró alcanzar la sirena y la hizo sonar en señal de alarma. Le dispararon<br />

pero antes de caer pudo matar al oficial que dirigía el ataque. Una resistencia organizada era<br />

imposible y las bajas del Ejército fueron posteriormente atribuidas al hecho de que la policía,<br />

que también había sido alistada para el operativo, había disparado por error a sus colegas. No<br />

obstante, fueron los mineros y sus familias quienes más sufrieron bajo el fuego de las bazookas<br />

y ametralladoras durante cerca de dos horas. Inicialmente, el Ejército reportó 16 muertos<br />

y 71 heridos, pero pronto se supo que alrededor de 87 personas, incluyendo a mujeres y niños,<br />

habían muerto y muchos más estaban heridos. (La cifra real se conoció en parte, porque<br />

la nueva planta de sink and float había sustituido a los hornos de calcinamiento que el Ejército<br />

había utilizado en el pasado para desembarazarse de los cuerpos).<br />

La masacre de San Juan no fue la más sangrienta, pero sí la más cuidadosa y duramente planeada<br />

en la trágica historia de las minas bolivianas. Como respuesta a la acusación de asesinato a sangre fría<br />

que inevitablemente atrajo la atención de los periodistas que cubrían la guerrilla, Barrientos declaró:<br />

No estoy inventando una historia. El proceso subversivo se desarrolló en la siguiente forma:<br />

primero hubo reuniones agresivas en las cuales los participantes se declararon en favor de las guerrillas<br />

y recaudaron dinero para las mismas. Después vinieron las amenazas contra el poder constitucional.<br />

Más tarde, las radios Huanuni, Catavi y Siglo XX emitieron declaraciones y trataron de incitar<br />

al pueblo a derrocar el gobierno, para comenzar la lucha de clases, e instalar un gobierno proletario.<br />

Últimamente los rojos y los viejos líderes sindicales corrompidos declararon a las tres minas nacionalizadas<br />

más importantes “territorio libre”, donde nadie podría entrar sin su permiso. Debido<br />

a esto, el gobierno ordenó a las Fuerzas Armadas que ocuparan las minas, para restablecer el orden<br />

y el principio de autoridad. Esto hubiera sucedido en cualquier país (19) .<br />

Unas 30.000 personas asistieron al entierro de los muertos, en un formidable despliegue<br />

de solidaridad y protesta; pero la asamblea que tuvo lugar al día siguiente en el nivel 411 de interior<br />

mina mostró una respuesta aún más palpable, con la convocatoria a una huelga, la cual<br />

(19) Vásquez Días, p. 14. Se pueden encontrar relatos de la masacre en: Lora, A History, pp. 345-351 y Simón Reyes,<br />

“La Masacre de San Juan” en Guerrillas y Generales, pp. 167-186.<br />

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